Se juntan dos palomitos
en el árbol del amor,
fin de la separación
que los tenía contritos.
Brillaba con sus rayitos
el sol en ese entretanto
los dos en un solo manto
se arrebosaron dichosos.
Dice un clarín misterioso.
palomito, yo te canto.
Como el clavel y la rosa
florecen en el jardín
la dalia con el jazmín
y la azucena olorosa.
Se encuentran las mariposas
de aquellos dos sentimientos
y anudan sus pensamientos
al son de una melodía.
Se dicen los buenos días
en el más bello instrumento.
Lo que en la ausencia fue pena
se convirtió en alegría
así pasaron seguidas
horas de dicha serena;
bendicen la luna llena
señora del firmamento
dice una voz en el viento
en una lengua amorosa
quién conservará la rosa
que se habre en este momento.
Después de tanta dulzura,
sonó una antigua campana
que anuncia alguna mañana
del adios, su cruel premura.
Como la fruta madura
al desprenderse del alto,
se desgarraron en llanto,
los novios sin más demora
porque ha llegado la hora
de dividir el encanto.
Condimento de la vida
que alimenta el corazón.
Más que alegría, dolor
que nunca cierra su herida
y sana para bebida
que calma por un instante.
Es ley de cada habitante
desde que el mundo fue mundo,
Sólo de dicha un segundo
para los pobres amantes.
en el árbol del amor,
fin de la separación
que los tenía contritos.
Brillaba con sus rayitos
el sol en ese entretanto
los dos en un solo manto
se arrebosaron dichosos.
Dice un clarín misterioso.
palomito, yo te canto.
Como el clavel y la rosa
florecen en el jardín
la dalia con el jazmín
y la azucena olorosa.
Se encuentran las mariposas
de aquellos dos sentimientos
y anudan sus pensamientos
al son de una melodía.
Se dicen los buenos días
en el más bello instrumento.
Lo que en la ausencia fue pena
se convirtió en alegría
así pasaron seguidas
horas de dicha serena;
bendicen la luna llena
señora del firmamento
dice una voz en el viento
en una lengua amorosa
quién conservará la rosa
que se habre en este momento.
Después de tanta dulzura,
sonó una antigua campana
que anuncia alguna mañana
del adios, su cruel premura.
Como la fruta madura
al desprenderse del alto,
se desgarraron en llanto,
los novios sin más demora
porque ha llegado la hora
de dividir el encanto.
Condimento de la vida
que alimenta el corazón.
Más que alegría, dolor
que nunca cierra su herida
y sana para bebida
que calma por un instante.
Es ley de cada habitante
desde que el mundo fue mundo,
Sólo de dicha un segundo
para los pobres amantes.