Sigues caminando hasta el final de la ciudad.
Varios coches aparcados practican la felicidad.
Mientras el viejo de abrigo largo, agitando la mano, predica sermones sin parar.
¡Sí! Tú también lo hacías,
¡Qué bien!
Siempre que podías.
Atento desde la ventana, sin perder ni un detalle, ya no importa quién lo haga, mientras puedas mirarle.
Y acostada al otro lado, quien te tuvo por hombre.
Media vuelta, olvido, y a pasar.
¡Sí! Tú también lo hacías,
¡Qué bien!
Siempre que podías.
¡Sí! Tú también lo hacías,
¡Qué bien!
Varios coches aparcados practican la felicidad.
Mientras el viejo de abrigo largo, agitando la mano, predica sermones sin parar.
¡Sí! Tú también lo hacías,
¡Qué bien!
Siempre que podías.
Atento desde la ventana, sin perder ni un detalle, ya no importa quién lo haga, mientras puedas mirarle.
Y acostada al otro lado, quien te tuvo por hombre.
Media vuelta, olvido, y a pasar.
¡Sí! Tú también lo hacías,
¡Qué bien!
Siempre que podías.
¡Sí! Tú también lo hacías,
¡Qué bien!