Título / t**le: Algo personal
Probablemente en su pueblo
se le recordará
como carrochos de buenas personas
que hurtaban flores
para regalar a su mamá
y daban de comer a las palomas.
Probablemente que todo eso debe ser verdad
aunque es más turbio;
cómo y de qué manera
llegaron esos individuos
a ser lo que son
ni a quien sirven
cuando alzan las banderas.
Hombres de paja
que usan la colonia y el honor
para ocultar oscuras intenciones
tienen doble vida, son sicarios del mal.
Entre esos tipos y yo
hay algo personal.
Rodeados de protocolo,
comitiva y seguridad
viajan de incógnito en autos blindados
a sembrar calumnias,
a mentir con naturalidad
a colgar en las escuelas
su retrato.
Se gastan más de lo que tienen
en coleccionar espías,
listas negras y a***nales.
Resulta bochornoso verles fanfarronear
a ver quién es el que
la tiene más grande.
Se arman hasta los dientes
en el nombre de la paz
juegan con cosas que no tienen repuesto
y la c**pa es de el otro
si algo les sale mal.
Entre esos tipos y yo
hay algo personal.
Y como quien en la cosa
nada tiene que perder
pulsan la alarma y rompen las promesas.
Y en nombre de quien no tienen
el gusto de conocer
nos ponen la pistola en la cabeza.
Se agarran de los pelos
pero para no ensuciar
van a cagar a casa de otra gente
y experimentan nuevos metodos
de masacrar, sofisticados
y a la vez convincentes.
No conocen ni a su padre
cuando pierden el control
ni recuerdan que en el mundo hay niños
nos niegan a todos
el pan y la sal.
Entre esos tipos y yo
hay algo personal.
Pero eso sí, los sicarios
no pierden ocasión
de declarar públicamente
su empeño en propiciar
un día luego de franca distención
que les permita hallar un marco previo.
Que garantice unas premisas mínimas,
que faciliten crear los resortes,
que impulsen un punto de partida
sólido y capaz de este a oeste
y de sur a norte
donde establecer las bases
de un tratado de amistad
que contribuya a poner los simientos
de una plataforma donde edificar
un hermoso futuro de amor y paz.
Probablemente en su pueblo
se le recordará
como carrochos de buenas personas
que hurtaban flores
para regalar a su mamá
y daban de comer a las palomas.
Probablemente que todo eso debe ser verdad
aunque es más turbio;
cómo y de qué manera
llegaron esos individuos
a ser lo que son
ni a quien sirven
cuando alzan las banderas.
Hombres de paja
que usan la colonia y el honor
para ocultar oscuras intenciones
tienen doble vida, son sicarios del mal.
Entre esos tipos y yo
hay algo personal.
Rodeados de protocolo,
comitiva y seguridad
viajan de incógnito en autos blindados
a sembrar calumnias,
a mentir con naturalidad
a colgar en las escuelas
su retrato.
Se gastan más de lo que tienen
en coleccionar espías,
listas negras y a***nales.
Resulta bochornoso verles fanfarronear
a ver quién es el que
la tiene más grande.
Se arman hasta los dientes
en el nombre de la paz
juegan con cosas que no tienen repuesto
y la c**pa es de el otro
si algo les sale mal.
Entre esos tipos y yo
hay algo personal.
Y como quien en la cosa
nada tiene que perder
pulsan la alarma y rompen las promesas.
Y en nombre de quien no tienen
el gusto de conocer
nos ponen la pistola en la cabeza.
Se agarran de los pelos
pero para no ensuciar
van a cagar a casa de otra gente
y experimentan nuevos metodos
de masacrar, sofisticados
y a la vez convincentes.
No conocen ni a su padre
cuando pierden el control
ni recuerdan que en el mundo hay niños
nos niegan a todos
el pan y la sal.
Entre esos tipos y yo
hay algo personal.
Pero eso sí, los sicarios
no pierden ocasión
de declarar públicamente
su empeño en propiciar
un día luego de franca distención
que les permita hallar un marco previo.
Que garantice unas premisas mínimas,
que faciliten crear los resortes,
que impulsen un punto de partida
sólido y capaz de este a oeste
y de sur a norte
donde establecer las bases
de un tratado de amistad
que contribuya a poner los simientos
de una plataforma donde edificar
un hermoso futuro de amor y paz.