La calle, mi barrio fueron mi escuela, ya desde pequeño me gustaban las peleas. Partiéndome la cara con todo el mundo, dejándome pelaos de pegar hostias los dos puños. Nadie ni nada me daba miedo, era un mocoso con muchos güevos. Crecí muy rápido y aprendí la lección, no dejarme pisar por ningún cabrón. Y es que no me fío de nadie, muchos quieren verme muerto, pa acabar con mi negocio, que se arañen el careto. A la peña le gusta partirse la cara, ponerse ciego de whisky y jartarse de guasa. Como un perro callejero yo me muevo en las calles, llevando el cotarro pa que a nadie le falte. Todo el mundo me conoce como el hombre del saco, controlo toda la mierda que se mueve en mi barrio. La mercancía que llevo siempre es de primera, no más que un cortecito, la empaqueto y pa fuera. Y es que no me fío de nadie, muchos quieren verme muerto, pa acabar con mi negocio, que se arañen el careto. Empecé moviendo unos gramos de perico, y ahora trajino con paquetes de a kilo. Dentro del barrio todos me respetan, saben muy bien con quien se la juegan. Si hay algún problema, abro el maletero, saco la pajillera y lo arreglo de dos plomazos. ¡Pum! ¡Pum! Me importa un carajo. Yo soy así, y así es como trabajo. ¡Pum! ¡Pum! Me importa un carajo. Yo soy así, y así es como trabajo. La familia y el negocio siempre es lo primero, escucha lo que te digo hermano, esto no es un juego. Hay que estar al loro para que no te cojan y pases el resto de tu vida en chirona. Por eso ándese con mucho cuidado, los perros malos están por todos sitios, husmeando, buscando, siguiendonos el rastro a ver si trincan un buen alijo, a ver si trincan un buen alijo. Y es que no me fío de nadie, muchos quieren verme muerto, pa acabar con mi negocio, que se arañen el careto. Y es que no me fío de nadie, muchos quieren verme muerto, pa acabar con mi negocio, que se arañen el careto.