Había un espejo manchado
con amarillos del tiempo,
y unas cortinas chillonas
del más barato cretona,
una bombilla desnuda
en un techo desconchado
y un catre desvencijado,
que chirriaba lastimoso,
lentamente o presuroso,
según fuera nuestro gozo.
Y sobre una mesa coja,
unos libros apiñados,
que quedaban olvidados
hasta bien entrado el curso,
y en un lugar preferente,
desde aquel portarretratos,
estabas tú todo el rato,
con el flequillo en la frente,
sonriendo con recato,
como quien dice presente, sí,
como quien dice presente.
Qué edad teníamos entonces,
por qué diablo hemos cambiado,
afuera pasaba el tiempo,
y si llovía o hacía viento,
nos tenía sin gran cuidado,
pues vivíamos el momento
de aquel secreto momento
para amar y ser amado.
Y en la pared, solitario,
un calendario atrasado,
con un mayo trasnochado,
cuando ya corría noviembre,
y flotando en una nube,
con querubines alados,
había un santito fisgón,
que nos miraba apenado,
o francamente enojado,
cuando hacíamos el amor, sí,
cuando hacíamos el amor.
Qué edad teníamos entonces,
por qué diablo hemos cambiado,
afuera pasaba el tiempo,
y si llovía o hacía viento,
nos tenía sin gran cuidado,
pues vivíamos el momento
de aquel secreto momento
para amar y ser amado.
Qué edad teníamos entonces,
por qué coño hemos cambiado,
afuera pasaba el tiempo,
y si llovía o hacía viento,
nos tenía sin gran cuidado,
pues vivíamos el momento
de aquel secreto momento
para amar y ser amado.
con amarillos del tiempo,
y unas cortinas chillonas
del más barato cretona,
una bombilla desnuda
en un techo desconchado
y un catre desvencijado,
que chirriaba lastimoso,
lentamente o presuroso,
según fuera nuestro gozo.
Y sobre una mesa coja,
unos libros apiñados,
que quedaban olvidados
hasta bien entrado el curso,
y en un lugar preferente,
desde aquel portarretratos,
estabas tú todo el rato,
con el flequillo en la frente,
sonriendo con recato,
como quien dice presente, sí,
como quien dice presente.
Qué edad teníamos entonces,
por qué diablo hemos cambiado,
afuera pasaba el tiempo,
y si llovía o hacía viento,
nos tenía sin gran cuidado,
pues vivíamos el momento
de aquel secreto momento
para amar y ser amado.
Y en la pared, solitario,
un calendario atrasado,
con un mayo trasnochado,
cuando ya corría noviembre,
y flotando en una nube,
con querubines alados,
había un santito fisgón,
que nos miraba apenado,
o francamente enojado,
cuando hacíamos el amor, sí,
cuando hacíamos el amor.
Qué edad teníamos entonces,
por qué diablo hemos cambiado,
afuera pasaba el tiempo,
y si llovía o hacía viento,
nos tenía sin gran cuidado,
pues vivíamos el momento
de aquel secreto momento
para amar y ser amado.
Qué edad teníamos entonces,
por qué coño hemos cambiado,
afuera pasaba el tiempo,
y si llovía o hacía viento,
nos tenía sin gran cuidado,
pues vivíamos el momento
de aquel secreto momento
para amar y ser amado.