Cayó la tarde y él tenía tangos,
whisky en la zurda y, en la otra, sed.
Su voz, un gusto de magnolia macho,
los muslos duros de saber volver.
Cayó la tarde y él tenía tangos,
tangos alzados que sabía él, él, él.
Él te sembró toda la piel de quieros,
y quiero a quiero calentó tu piel,
desabrochó tu soledad por dentro,
de un sólo quiero y de una sola vez.
Él te sembró toda la piel de quieros,
quieros enteros que mordía él, él, él.
Su boca encinta de un misterio bravo,
diez hembras hondas te empujó a crecer,
porque en tu pelo y tu silencio largos,
veinte varones él sabía ser.
Su boca encinta de un misterio bravo,
misterio en fardos que cargaba él, él, él.
Y tuvo tangos, otra vez, su tarde
porteñamente sangradora y fiel,
cuando se fue con todo el beso al aire,
whisky en la zurda y, en la otra, sed.
Y tuvo tangos, otra vez, su tarde,
la tarde grande que moría en él, él, él.
whisky en la zurda y, en la otra, sed.
Su voz, un gusto de magnolia macho,
los muslos duros de saber volver.
Cayó la tarde y él tenía tangos,
tangos alzados que sabía él, él, él.
Él te sembró toda la piel de quieros,
y quiero a quiero calentó tu piel,
desabrochó tu soledad por dentro,
de un sólo quiero y de una sola vez.
Él te sembró toda la piel de quieros,
quieros enteros que mordía él, él, él.
Su boca encinta de un misterio bravo,
diez hembras hondas te empujó a crecer,
porque en tu pelo y tu silencio largos,
veinte varones él sabía ser.
Su boca encinta de un misterio bravo,
misterio en fardos que cargaba él, él, él.
Y tuvo tangos, otra vez, su tarde
porteñamente sangradora y fiel,
cuando se fue con todo el beso al aire,
whisky en la zurda y, en la otra, sed.
Y tuvo tangos, otra vez, su tarde,
la tarde grande que moría en él, él, él.