Enseñaba los ríos,
las montañas, los llanos,
los desiertos y el frío,
las planicies, los lagos,
pero nada nos dijo del temor y el agravio
de las malas contestas o los malos presagios.
Nos pescó las galaxias, los planetas, los astros
y peinó el universo con sus ojos gastados
pero nunca aprendimos a medir los flechazos,
las mentiras, los hilos que nos teje el ocaso.
¿Hoy, donde estará usted señora profesora?
Cuando andamos intentando
crecer por sobre la amargura
que juntamos, malogrando el querer
con cada confesión que no madura,
con cada corazón que avasallamos,
con cada sensación que no perdura.
Nos vendría tan bien
el coto de ternura que imploramos,
el pedazo de ayer
que sobre el pizarrón abandonamos,
venga y dígame, a ver,
¿Cómo se multiplica la locura?
o como se dividen los fracasos
para que toque a menos la cordura?
Y juró, taciturna,
que dos y dos son cuatro, los adverbios,
los puntos, las comas, los cuadrados y
por más que quisimos
no mostró los atajos que propone el camino
si se nos hace largo.
Nos graduó por invierno, ¡qué sé yo!... ¡por verano!
y nos dejó en el mundo como un adorno caro
sin aprobar los sueños, ni la fe, ni el milagro,
ni el amor, ni el regreso que no lo examinamos.
¿Hoy, donde estará usted señora profesora?...
las montañas, los llanos,
los desiertos y el frío,
las planicies, los lagos,
pero nada nos dijo del temor y el agravio
de las malas contestas o los malos presagios.
Nos pescó las galaxias, los planetas, los astros
y peinó el universo con sus ojos gastados
pero nunca aprendimos a medir los flechazos,
las mentiras, los hilos que nos teje el ocaso.
¿Hoy, donde estará usted señora profesora?
Cuando andamos intentando
crecer por sobre la amargura
que juntamos, malogrando el querer
con cada confesión que no madura,
con cada corazón que avasallamos,
con cada sensación que no perdura.
Nos vendría tan bien
el coto de ternura que imploramos,
el pedazo de ayer
que sobre el pizarrón abandonamos,
venga y dígame, a ver,
¿Cómo se multiplica la locura?
o como se dividen los fracasos
para que toque a menos la cordura?
Y juró, taciturna,
que dos y dos son cuatro, los adverbios,
los puntos, las comas, los cuadrados y
por más que quisimos
no mostró los atajos que propone el camino
si se nos hace largo.
Nos graduó por invierno, ¡qué sé yo!... ¡por verano!
y nos dejó en el mundo como un adorno caro
sin aprobar los sueños, ni la fe, ni el milagro,
ni el amor, ni el regreso que no lo examinamos.
¿Hoy, donde estará usted señora profesora?...