En lo alto de una abrupta serranía,
acampado se encontraba un regimiento,
y una joven que valiente lo seguía,
locamente enamorada del sargento.
Popular entre la tropa era Adelita,
la mujer que el sargento idolatraba,
que además de ser valiente era bonita,
que hasta el mismo coronel la respetaba.
Y se oía que decía,
aquel que tanto la quería...
Adelita se llama la joven,
a quien yo quiero y no puedo olvidar,
en el mundo yo tengo una rosa,
que con el tiempo la voy a cortar.
Y si Adelita quisiera ser mi novia,
y si Adelita fuera mi mujer,
le compraría un vestido de seda,
para llevarla a bailar al cuartel.
Una noche en que la escolta regresaba,
conduciendo entre sus filas al sargento,
por la voz de una mujer que sollozaba,
la plegaria se escuchó en el campamento.
Al oírla el sargento temeroso,
de perder para siempre su adorada,
ocultando su emoción bajo el embozo,
a su amada le cantó de esta manera.
Adelita, Adelita,
no me vayas a olvidar...
Y si acaso yo muero en campaña
y mi cadáver lo van a sepultar,
Adelita, por Dios te lo ruego,
que con tus ojos me vayas a llorar.
Ya me despido de mi querida Adela,
sólo un recuerdo quisiera yo llevar,
su retrato grabado en mi mente,
para nunca su amor olvidar.
acampado se encontraba un regimiento,
y una joven que valiente lo seguía,
locamente enamorada del sargento.
Popular entre la tropa era Adelita,
la mujer que el sargento idolatraba,
que además de ser valiente era bonita,
que hasta el mismo coronel la respetaba.
Y se oía que decía,
aquel que tanto la quería...
Adelita se llama la joven,
a quien yo quiero y no puedo olvidar,
en el mundo yo tengo una rosa,
que con el tiempo la voy a cortar.
Y si Adelita quisiera ser mi novia,
y si Adelita fuera mi mujer,
le compraría un vestido de seda,
para llevarla a bailar al cuartel.
Una noche en que la escolta regresaba,
conduciendo entre sus filas al sargento,
por la voz de una mujer que sollozaba,
la plegaria se escuchó en el campamento.
Al oírla el sargento temeroso,
de perder para siempre su adorada,
ocultando su emoción bajo el embozo,
a su amada le cantó de esta manera.
Adelita, Adelita,
no me vayas a olvidar...
Y si acaso yo muero en campaña
y mi cadáver lo van a sepultar,
Adelita, por Dios te lo ruego,
que con tus ojos me vayas a llorar.
Ya me despido de mi querida Adela,
sólo un recuerdo quisiera yo llevar,
su retrato grabado en mi mente,
para nunca su amor olvidar.