Carmelo Larrea (España).
Sevilla tuvo que ser,
con su lunita plateada,
testigo de nuestro amor,
bajo la noche callada.
Y nos quisimos tú y yo
con un amor sin pecado,
pero el destino ha querido,
que vivamos separados.
Están clavadas dos cruces
en el monte del olvido,
por dos amores que han muerto,
sin haberse comprendido.
Están clavadas dos cruces
en el monte del olvido,
por dos amores que han muerto,
que son el tuyo y el mío.
¡Ay, Barrio de Santa Cruz!
¡Oh, Plaza de Doña Elvira!
Hoy yo voy a recordar
y me parece mentira.
Y todo aquello pasó,
todo quedó en el olvido;
nuestras promesas de amores
en el aire se han perdido.
Están clavadas dos cruces
en el monte del olvido,
por dos amores que han muerto,
sin haberse comprendido.
Están clavadas dos cruces
en el monte del olvido,
por dos amores que han muerto,
que son el tuyo y el mío.
Sevilla tuvo que ser,
con su lunita plateada,
testigo de nuestro amor,
bajo la noche callada.
Y nos quisimos tú y yo
con un amor sin pecado,
pero el destino ha querido,
que vivamos separados.
Están clavadas dos cruces
en el monte del olvido,
por dos amores que han muerto,
sin haberse comprendido.
Están clavadas dos cruces
en el monte del olvido,
por dos amores que han muerto,
que son el tuyo y el mío.
¡Ay, Barrio de Santa Cruz!
¡Oh, Plaza de Doña Elvira!
Hoy yo voy a recordar
y me parece mentira.
Y todo aquello pasó,
todo quedó en el olvido;
nuestras promesas de amores
en el aire se han perdido.
Están clavadas dos cruces
en el monte del olvido,
por dos amores que han muerto,
sin haberse comprendido.
Están clavadas dos cruces
en el monte del olvido,
por dos amores que han muerto,
que son el tuyo y el mío.