Valga como testimonio
mi cama de matrimonio,
donde a diario aún me enrollo,
de que el Quinto Centenario
lo celebro yo a diario.
Cierta América es un chollo.
No hice tal descubrimiento
impulsado por el viento
que impulsó las carabelas,
quién sopló fue el erotismo,
no es igual y no es lo mismo
ir a ligar que ir por pelas.
Claro está que me interesa
la española cuando besa
incluso si no es de veras,
pero puesto a echarme novia
sin ninguna xenofobia
yo fui a tierras extranjeras
de las allende los mares
porque allí me daba achares
las más preciosa nativa.
Y fue dulce mi autoexilio
y salió de aquel idilio
de novia definitiva.
Yo entré por el San Lorenzo
que tampoco es mal comienzo
aunque no sea el Caribe,
aunque las temperaturas
desde luego son más duras
también hay gente y se vive.
Cuando se congela el río
San Lorenzo ¡Dios, qué frío!
todo cubierto de nieve
desde el alce hasta el abeto
se diría todo quieto
y, sin embargo, se mueve.
Esta flor de las princesas
de las tribus iroquesas
me encontró muy de su agrado,
esos inviernos tan crudos
los pasábamos desnudos
sin pescar ni un resfriado.
Sí pescábamos salmones
porque hay muchos y te pones
y te llenas la canoa.
Y comíamos felices
los salmones, las perdices
y el bisonte en barbacoa.
Justamente fue la dieta
la que en la dicha completa
empezó a introducir fallos:
mi aparato digestivo
decía reiterativo
"me apetecen unos callos".
Abrazando a mi pareja
le conté la triste queja
de este estómago castizo:
"lleva treinta y nueve lunas
sin probar las aceitunas
ni el gazpacho, ni el chorizo..."
Ella dijo: "lo comprendo
y me perece estupendo
ir yo a descubrir Europa".
Y, embarcando la maleta
y ella y yo en una goleta,
nos vinimos viento en popa.
Al volverme aquí con ella
puse fin a mi epopeya
del otro lado del charco.
Valga como testimonio
mi cama de matrimonio
y mis flechas y mi arco.
mi cama de matrimonio,
donde a diario aún me enrollo,
de que el Quinto Centenario
lo celebro yo a diario.
Cierta América es un chollo.
No hice tal descubrimiento
impulsado por el viento
que impulsó las carabelas,
quién sopló fue el erotismo,
no es igual y no es lo mismo
ir a ligar que ir por pelas.
Claro está que me interesa
la española cuando besa
incluso si no es de veras,
pero puesto a echarme novia
sin ninguna xenofobia
yo fui a tierras extranjeras
de las allende los mares
porque allí me daba achares
las más preciosa nativa.
Y fue dulce mi autoexilio
y salió de aquel idilio
de novia definitiva.
Yo entré por el San Lorenzo
que tampoco es mal comienzo
aunque no sea el Caribe,
aunque las temperaturas
desde luego son más duras
también hay gente y se vive.
Cuando se congela el río
San Lorenzo ¡Dios, qué frío!
todo cubierto de nieve
desde el alce hasta el abeto
se diría todo quieto
y, sin embargo, se mueve.
Esta flor de las princesas
de las tribus iroquesas
me encontró muy de su agrado,
esos inviernos tan crudos
los pasábamos desnudos
sin pescar ni un resfriado.
Sí pescábamos salmones
porque hay muchos y te pones
y te llenas la canoa.
Y comíamos felices
los salmones, las perdices
y el bisonte en barbacoa.
Justamente fue la dieta
la que en la dicha completa
empezó a introducir fallos:
mi aparato digestivo
decía reiterativo
"me apetecen unos callos".
Abrazando a mi pareja
le conté la triste queja
de este estómago castizo:
"lleva treinta y nueve lunas
sin probar las aceitunas
ni el gazpacho, ni el chorizo..."
Ella dijo: "lo comprendo
y me perece estupendo
ir yo a descubrir Europa".
Y, embarcando la maleta
y ella y yo en una goleta,
nos vinimos viento en popa.
Al volverme aquí con ella
puse fin a mi epopeya
del otro lado del charco.
Valga como testimonio
mi cama de matrimonio
y mis flechas y mi arco.