(C. Crisosto)
Vamos seamos honestos en esta ciudad
que desciende sobre nosotros
como un techo escalonado de hollín y poluciones atmosféricas.
Ya ni nos queda amar a nuestro reflejo,
en el rostro tenso de los demás
Ya ni nos queda olvidar
que hay una mano de dedos infinitos
que apaga en las criptas el respirar de los muertos.
Ya no hay para mí ni soles negros
ni soles plomos
ni soles de bruma y niebla
ni cuartos de niño contenido sobre escombros de prisiones.
Ni dioses de los muros y del empedrado
que espantan a la yerba menuda sobre esta urbe de asfalto
y de aguas servidas.
(Extracto del libro "En el límite").
Vamos seamos honestos en esta ciudad
que desciende sobre nosotros
como un techo escalonado de hollín y poluciones atmosféricas.
Ya ni nos queda amar a nuestro reflejo,
en el rostro tenso de los demás
Ya ni nos queda olvidar
que hay una mano de dedos infinitos
que apaga en las criptas el respirar de los muertos.
Ya no hay para mí ni soles negros
ni soles plomos
ni soles de bruma y niebla
ni cuartos de niño contenido sobre escombros de prisiones.
Ni dioses de los muros y del empedrado
que espantan a la yerba menuda sobre esta urbe de asfalto
y de aguas servidas.
(Extracto del libro "En el límite").