Música: Carlos Marcucci - Letra: Manuel Meaños
Era el atardecer, que la pareja
llegaba siempre junto a aquella reja
donde ella y él
se unían con fervor
en un abrazo ardiente
jurándose su amor.
Tenía ella en sus ojos la dulzura
de una mirada plena de ventura
y en el clavel
de su boquita en flor
un poema de amor
para vivir con él.
Yo te querré, mi vida, eternamente,
suave, el galán, decía apasionado.
Mi corazón te ansía y, a tu lado,
todo mi ser rebosa de pasión,
quiero en un beso de tus labios rojos
sentirme dueño de tu almita pura
y en un abrazo lleno de ternura
darte el amor que es toda tu ilusión.
Pasó algún tiempo y aquella pareja
ya no se vio llegar junto a la reja,
porque al decir
del barrio que los vio,
mintió el galán cariño
y a ella abandonó...
A veces, en la tarde agonizante,
se ve llegar con paso vacilante
una mujer
que la reja al mirar
solloza al recordar
aquel amor de ayer.
Era el atardecer, que la pareja
llegaba siempre junto a aquella reja
donde ella y él
se unían con fervor
en un abrazo ardiente
jurándose su amor.
Tenía ella en sus ojos la dulzura
de una mirada plena de ventura
y en el clavel
de su boquita en flor
un poema de amor
para vivir con él.
Yo te querré, mi vida, eternamente,
suave, el galán, decía apasionado.
Mi corazón te ansía y, a tu lado,
todo mi ser rebosa de pasión,
quiero en un beso de tus labios rojos
sentirme dueño de tu almita pura
y en un abrazo lleno de ternura
darte el amor que es toda tu ilusión.
Pasó algún tiempo y aquella pareja
ya no se vio llegar junto a la reja,
porque al decir
del barrio que los vio,
mintió el galán cariño
y a ella abandonó...
A veces, en la tarde agonizante,
se ve llegar con paso vacilante
una mujer
que la reja al mirar
solloza al recordar
aquel amor de ayer.