Será que algún encanto extraño
tiene sobre mí el estaño
evocador de esta mañana gris,
que la nostalgia me aprisiona
y el silencio se apersona de mi boca
al mencionar Parías.
Tendría que imaginarte
al lado de la Torre Eiffel
o visitando los parques y el tren,
adelantando por las calles
y abundándote en detalles,
que me darías entre besos,
el día de tu regreso.
Abril es una flor, seis pétalos,
y amor que viaja
y se mira a lo lejos,
es la postal de una avenida,
que atraviesas sorprendida
entre el juego del viento en tu pelo.
Te puedo ver con tus zapatos nuevos,
llevando al hombro tu bolso de piel
y la luz verde le da el siga a un auto
que arrancó y no has visto.
No sé si sonarán tus pasos,
acompañando tu brazo
de otro brazo que te guíe en París;
no sé si volverás ligera,
como el sueño que te lleva,
y te hace ver lo nuevo más feliz.
Si hubo una lágrima en tus ojos
al decir adiós,
sería la que imagino por los dos.
El mundo que se abre a tu puerta,
deja la ilusión despierta
y al doblar en una esquina:
la brisa parisina.
Hay todo un mundo que te espera,
y el que espera desesperará
aplicándole cuerda a un reloj,
que igual se adelanta o se atrasa,
conforme a los días que pasan
los ocupa la imaginación.
Tendría que imaginarte
al lado de la Torre Eiffel
o contemplando unos cuadros en Louvre,
adelantando por las calles
y abundándote en detalles
de sabores, aromas, colores
y tanto que habrá tiempo
de que mires bien.
Sí, tanto que habrá tiempo
de que mires bien.
tiene sobre mí el estaño
evocador de esta mañana gris,
que la nostalgia me aprisiona
y el silencio se apersona de mi boca
al mencionar Parías.
Tendría que imaginarte
al lado de la Torre Eiffel
o visitando los parques y el tren,
adelantando por las calles
y abundándote en detalles,
que me darías entre besos,
el día de tu regreso.
Abril es una flor, seis pétalos,
y amor que viaja
y se mira a lo lejos,
es la postal de una avenida,
que atraviesas sorprendida
entre el juego del viento en tu pelo.
Te puedo ver con tus zapatos nuevos,
llevando al hombro tu bolso de piel
y la luz verde le da el siga a un auto
que arrancó y no has visto.
No sé si sonarán tus pasos,
acompañando tu brazo
de otro brazo que te guíe en París;
no sé si volverás ligera,
como el sueño que te lleva,
y te hace ver lo nuevo más feliz.
Si hubo una lágrima en tus ojos
al decir adiós,
sería la que imagino por los dos.
El mundo que se abre a tu puerta,
deja la ilusión despierta
y al doblar en una esquina:
la brisa parisina.
Hay todo un mundo que te espera,
y el que espera desesperará
aplicándole cuerda a un reloj,
que igual se adelanta o se atrasa,
conforme a los días que pasan
los ocupa la imaginación.
Tendría que imaginarte
al lado de la Torre Eiffel
o contemplando unos cuadros en Louvre,
adelantando por las calles
y abundándote en detalles
de sabores, aromas, colores
y tanto que habrá tiempo
de que mires bien.
Sí, tanto que habrá tiempo
de que mires bien.