No hace mucho tiempo que
supe de aquel invernadero
donde un hombre estudió
la conducta herbal.
Fue mi amigo por un tiempo,
y yo, que ajeno a lo secreto
de su oficio, no sentí curiosidad.
Y es que hablaba de sustancias
que diluyen las distancias,
entre mente humana
y la composición
de las emociones que conforman
los estadíos de la flora,
y que había logrado
comunicación.
Un tiempo más tarde yo
recordaría el invernadero
donde un hombre estudió
la conducta herbal.
Lo dejé de ver un tiempo
y ya para el próximo encuentro,
le noté algo verde
el tono de la piel.
Preocupado pregunté
por su salud, y él extrañado
contestó que nunca
se sintió tan bien.
Y enseguida me confió
de sus avances con la flora,
y luego, cierta extravagante
percepción.
Y era en síntesis, que estaba
trabajando con la esencia
de una planta en pos
de la transmutación.
Lo dejé de ver un tiempo
y ya para el próximo encuentro,
le noté algo verde el tono
de la piel.
Como no volví a mirarlo
alguna tarde fui a buscarlo
y luego de llamar un rato
vino a abrir.
Vi su piel verde temprana y
su cabello como un matorral
de diminutos tallos en abril.
Me obsequió una larga
y profunda mirada.
Luego dijo que se acordaba
de mí,
que estaba ocupado y que
le perdonara,
y después cerró la puerta
y yo me fui.
En su mano el verde rama,
y sus cabellos eran delgados
brotes húmedos
de verde matorral.
No hace mucho tiempo que algo sé
de aquel invernadero
donde un hombre estudia
la conducta herbal.
supe de aquel invernadero
donde un hombre estudió
la conducta herbal.
Fue mi amigo por un tiempo,
y yo, que ajeno a lo secreto
de su oficio, no sentí curiosidad.
Y es que hablaba de sustancias
que diluyen las distancias,
entre mente humana
y la composición
de las emociones que conforman
los estadíos de la flora,
y que había logrado
comunicación.
Un tiempo más tarde yo
recordaría el invernadero
donde un hombre estudió
la conducta herbal.
Lo dejé de ver un tiempo
y ya para el próximo encuentro,
le noté algo verde
el tono de la piel.
Preocupado pregunté
por su salud, y él extrañado
contestó que nunca
se sintió tan bien.
Y enseguida me confió
de sus avances con la flora,
y luego, cierta extravagante
percepción.
Y era en síntesis, que estaba
trabajando con la esencia
de una planta en pos
de la transmutación.
Lo dejé de ver un tiempo
y ya para el próximo encuentro,
le noté algo verde el tono
de la piel.
Como no volví a mirarlo
alguna tarde fui a buscarlo
y luego de llamar un rato
vino a abrir.
Vi su piel verde temprana y
su cabello como un matorral
de diminutos tallos en abril.
Me obsequió una larga
y profunda mirada.
Luego dijo que se acordaba
de mí,
que estaba ocupado y que
le perdonara,
y después cerró la puerta
y yo me fui.
En su mano el verde rama,
y sus cabellos eran delgados
brotes húmedos
de verde matorral.
No hace mucho tiempo que algo sé
de aquel invernadero
donde un hombre estudia
la conducta herbal.