Balada
Música: Eugen Partos Veda
Letra: Carlos Cappenberg
La inmensa extensión de las estepas
cubierta por la blanca nieve está
y son de este presidio las murallas
tan altas, que ni el sol se ve alumbrar.
Las celdas por la nieve están cubiertas
y dentro de una celda un hombre está;
sus ojos afiebrados son fantasmas
y canta esta canción que hace llorar.
¡Sonia! ¡Sonia! Tus cabellos negros
en sueños mil veces besé yo.
Nunca yo podré olvidarte;
tú del Volga eres bella flor.
¡Sonia! ¡Sonia! Mi existencia muere,
encerrada en esta prisión,
y antes que la nieve me aprisione el corazón,
quiero llegue a ti mi maldición.
Cuando eras mi esposa yo te amaba,
y con mi amor la vida yo te di
y ciego de pasión yo adivinaba
aquella vil pasión que sorprendí.
¡Tus labios de otros labios eran lecho
y a un hombre vi que el cuello te ciñó!
Entonces mi puñal hundí en su pecho
el juez tan sólo a mí me condenó.
¡Sonia! ¡Sonia! Tus cabellos negros
en sueños mil veces besé yo.
Nunca yo podré olvidarte;
tú del Volga eres bella flor.
¡Sonia! ¡Sonia! Mi existencia muere,
encerrada en esta prisión,
y antes que la nieve me aprisione el corazón,
quiero llegue a ti mi maldición.
¡Sonia! ¡Sonia! ¡Ya no sé si existes!
Y nada en este mundo llega a mí,
sólo hordas y hordas de cosacos
y de hambrientos lobos hay aquí.
Aunque mi recuerdo en tu memoria,
por ser tú dichosa, ya no esté,
en tus sueños, cual fantasma apareceré,
y esta historia te recordaré.
Música: Eugen Partos Veda
Letra: Carlos Cappenberg
La inmensa extensión de las estepas
cubierta por la blanca nieve está
y son de este presidio las murallas
tan altas, que ni el sol se ve alumbrar.
Las celdas por la nieve están cubiertas
y dentro de una celda un hombre está;
sus ojos afiebrados son fantasmas
y canta esta canción que hace llorar.
¡Sonia! ¡Sonia! Tus cabellos negros
en sueños mil veces besé yo.
Nunca yo podré olvidarte;
tú del Volga eres bella flor.
¡Sonia! ¡Sonia! Mi existencia muere,
encerrada en esta prisión,
y antes que la nieve me aprisione el corazón,
quiero llegue a ti mi maldición.
Cuando eras mi esposa yo te amaba,
y con mi amor la vida yo te di
y ciego de pasión yo adivinaba
aquella vil pasión que sorprendí.
¡Tus labios de otros labios eran lecho
y a un hombre vi que el cuello te ciñó!
Entonces mi puñal hundí en su pecho
el juez tan sólo a mí me condenó.
¡Sonia! ¡Sonia! Tus cabellos negros
en sueños mil veces besé yo.
Nunca yo podré olvidarte;
tú del Volga eres bella flor.
¡Sonia! ¡Sonia! Mi existencia muere,
encerrada en esta prisión,
y antes que la nieve me aprisione el corazón,
quiero llegue a ti mi maldición.
¡Sonia! ¡Sonia! ¡Ya no sé si existes!
Y nada en este mundo llega a mí,
sólo hordas y hordas de cosacos
y de hambrientos lobos hay aquí.
Aunque mi recuerdo en tu memoria,
por ser tú dichosa, ya no esté,
en tus sueños, cual fantasma apareceré,
y esta historia te recordaré.