¡Pobre chica!
Murmuraban al pasar.
¡Pobrecita!
Con sus flores gana el pan
la florista de Maipú;
sus ojitos miran,
quién la viera,
con temor de ver la luz.
Su canastita fue
la compañera fiel,
guardó en ella el tesoro
ramitos de clavel,
jazmines, margaritas,
de nardos las varitas
las quiso como el oro,
fue todo su sostén.
Y a un joven al pasar
explica su pesar;
le compra su canasta
las flores y se va.
Recuerdo que dijeron
después nos casaremos,
si aquella esquina hablara
de triste iba a llorar.
Su cara angelical
dejaba resaltar
los ojos que muy negros
se asoman por mirar.
Coqueta y tan sencilla
un gesto la ilumina,
va al viento su cabello
y le abre el delantal.
Y muchos que al pasar
la vieron con piedad,
dirán si ellos se enteran,
las flores son su hogar.
Con suerte, aquella chica,
cambió sus margaritas
y el hombre que quisiera
fue suyo de verdad.
Murmuraban al pasar.
¡Pobrecita!
Con sus flores gana el pan
la florista de Maipú;
sus ojitos miran,
quién la viera,
con temor de ver la luz.
Su canastita fue
la compañera fiel,
guardó en ella el tesoro
ramitos de clavel,
jazmines, margaritas,
de nardos las varitas
las quiso como el oro,
fue todo su sostén.
Y a un joven al pasar
explica su pesar;
le compra su canasta
las flores y se va.
Recuerdo que dijeron
después nos casaremos,
si aquella esquina hablara
de triste iba a llorar.
Su cara angelical
dejaba resaltar
los ojos que muy negros
se asoman por mirar.
Coqueta y tan sencilla
un gesto la ilumina,
va al viento su cabello
y le abre el delantal.
Y muchos que al pasar
la vieron con piedad,
dirán si ellos se enteran,
las flores son su hogar.
Con suerte, aquella chica,
cambió sus margaritas
y el hombre que quisiera
fue suyo de verdad.