Lejos de las adversidades que genera el inconformismo, nos obstinamos en dejarnos llevar por la inercia de nuestra inactividad. Apreciamos tímidamente a los guardianes de nuestra jaula de oro. Prisión confortable. Dulces barrotes nos manitenen lejos de los problemas. Llamamos locos a los que intentan salir de aquí. El arrepentimiento no deroga la condena. Cautividad perpetua. ¿Quién puede desear algo mejor?