Ni los meses ni los años, con sus locas fantasías
Ni el placer con sus encantos donde el alma adormecí,
Nada de eso ha conseguido que olvidara todavía
Del pasado, su recuerdo... tan amargo para mí...
Al amigo y al extraño fui mostrándole la hilacha,
Les lloré tanta miseria sin hacerles comprender
Que pedía por el hecho de quebrar la mala racha
Que a mi lado la desgracia te hizo un día conocer.
Cuántas noches en que mi alma melancólica y sombría
Recordaba tu pasado que era un canto de placer,
No podía conformarme de pensar que al otro día
No tendrías tan siquiera ni un bocado para comer,
Y con tal que no volvieras a vender tus dulces besos
Ni saberte manoseada por la inmunda bacanal
Para vos, que eras mi gloria, mendigaba algunos pesos,
Sin pensar que a cambio de eso... me ibas a pagar tan mal.
Pasó el tiempo y una noche, cuando el brillo de sus galas
Nuevamente la fortuna desplegó en tu corazón,
Fui a tu puerta, porque estaba muy enfermo y en las malas
Y esa puerta la cerraste ante mí sin compasión.
Quedé mudo... No podía creer que vos, la compañera,
Por la cual, en otro tiempo, hasta el nombre me empeñé,
Ni jugando llegarías, a mostrarte tan rastrera...
Y entre lágrimas de sangre, tu desprecio, perdoné.
Pero... como todo llega a su término en la vida,
Donde nada es duradero, ni la dicha ni el pesar,
Yo también al fin de cuentas, conseguí cerrar la herida
Que el puñal de la miseria, en mi pecho hizo sangrar.
Y de allí que si algún día, la desgracia pretendiera
Tironearte pa´ que caigas otra vez en el barrial,
No olvides que en lo más hondo de mi vida amarga y fiera
Tendrás siempre rinconcito, aunque te has portado tan mal.
Ni el placer con sus encantos donde el alma adormecí,
Nada de eso ha conseguido que olvidara todavía
Del pasado, su recuerdo... tan amargo para mí...
Al amigo y al extraño fui mostrándole la hilacha,
Les lloré tanta miseria sin hacerles comprender
Que pedía por el hecho de quebrar la mala racha
Que a mi lado la desgracia te hizo un día conocer.
Cuántas noches en que mi alma melancólica y sombría
Recordaba tu pasado que era un canto de placer,
No podía conformarme de pensar que al otro día
No tendrías tan siquiera ni un bocado para comer,
Y con tal que no volvieras a vender tus dulces besos
Ni saberte manoseada por la inmunda bacanal
Para vos, que eras mi gloria, mendigaba algunos pesos,
Sin pensar que a cambio de eso... me ibas a pagar tan mal.
Pasó el tiempo y una noche, cuando el brillo de sus galas
Nuevamente la fortuna desplegó en tu corazón,
Fui a tu puerta, porque estaba muy enfermo y en las malas
Y esa puerta la cerraste ante mí sin compasión.
Quedé mudo... No podía creer que vos, la compañera,
Por la cual, en otro tiempo, hasta el nombre me empeñé,
Ni jugando llegarías, a mostrarte tan rastrera...
Y entre lágrimas de sangre, tu desprecio, perdoné.
Pero... como todo llega a su término en la vida,
Donde nada es duradero, ni la dicha ni el pesar,
Yo también al fin de cuentas, conseguí cerrar la herida
Que el puñal de la miseria, en mi pecho hizo sangrar.
Y de allí que si algún día, la desgracia pretendiera
Tironearte pa´ que caigas otra vez en el barrial,
No olvides que en lo más hondo de mi vida amarga y fiera
Tendrás siempre rinconcito, aunque te has portado tan mal.