Te acordás, hermana, qué tiempos aquellos,
la vida nos daba la misma lección.
En la primavera del 45
tenías quince años, lo mismo que yo.
Te acordás, hermana, de aquellos cadetes,
el primer bolero y el té en El Galeón
cuando los domingos la lluvia traía
la voz de Bing Crosby y un verso de amor.
Te acordás de la Plaza de Mayo,
cuando el que te dije salía al balcón.
Tanto cambió todo que el sol de la infancia
de golpe y porrazo se nos alunó.
Te acordás, hermana, qué tiempos de seca,
cuando un pobre peso daba el estirón
y al pagarnos toda una edad de rabonas
valía más vida que un millón de hoy.
Te acordás, hermana, que desde muy lejos
un olor a espanto nos enloqueció.
Era de Hiroshima, donde tantas chicas
tenían quince años como vos y yo.
Te acordás que más tarde la vida
vino en tacos altos y nos separó.
Ya no compartimos el mismo tranvía,
sólo nos reúne la buena de Dios.
la vida nos daba la misma lección.
En la primavera del 45
tenías quince años, lo mismo que yo.
Te acordás, hermana, de aquellos cadetes,
el primer bolero y el té en El Galeón
cuando los domingos la lluvia traía
la voz de Bing Crosby y un verso de amor.
Te acordás de la Plaza de Mayo,
cuando el que te dije salía al balcón.
Tanto cambió todo que el sol de la infancia
de golpe y porrazo se nos alunó.
Te acordás, hermana, qué tiempos de seca,
cuando un pobre peso daba el estirón
y al pagarnos toda una edad de rabonas
valía más vida que un millón de hoy.
Te acordás, hermana, que desde muy lejos
un olor a espanto nos enloqueció.
Era de Hiroshima, donde tantas chicas
tenían quince años como vos y yo.
Te acordás que más tarde la vida
vino en tacos altos y nos separó.
Ya no compartimos el mismo tranvía,
sólo nos reúne la buena de Dios.