Presidente:
he marchado por las calles del mundo,
las plazas y los parques,
los lagos, los volcanes,
los ríos memorables,
los páramos, las ruinas,
los trigales, los bosques llenos de voces verdes
en busca de tu nombre
y allá encontré tu nombre.
He pescado botellas en el mar con tu rostro
dibujado en oscuros papeles navegantes,
y poemas tallados a cuchillo en las mesas
de bares infinitos, cerca del fin del mundo,
pero en Chile, tu patria,
no hay nada que te nombre.
Tú no estás en las calles de Chile, ni en sus muros,
no estás en los mercados ni en las escuelas rotas,
pero sí en la memoria de los que defendiste
con tu ideal, tus manos y tu muerte inmortal.
Nada, nada, sólo el amor de tu pueblo, Allende.
Presidente:
está escrito tu nombre en una estrella,
y Salvador Allende se llaman los tranvías,
los barcos castigados que surcan el oleaje,
los trenes sudorosos de aceites y de lluvia,
pero en tu patria nada lleva tu nombre, Allende.
No volverás jamás puesto que no te has ido.
No partirás jamás puesto que te quedaste.
No borrarán tu gesto ni esconderán tu sangre,
ni harán de tu legado un manuscrito muerto
pues eres parte altiva de la historia de Chile.
Tú no estás en las calles de Chile, ni en sus muros,
no estás en los mercados ni en las escuelas rotas,
pero sí en la memoria de los que defendiste
con tu ideal, tus manos y tu muerte inmortal.
Nada, nada, sólo el amor de tu pueblo, Allende.
Hay que escribirte en las murallas,
hay que sacarte del silencio,
hay que romper la cordillera para que vuelvas a caballo,
hay que abrir huecos en el cielo para que bajes como un rayo,
hay que abrir tumbas y panteones para que subas de la muerte
porque no hay nada que nos una como tú, Salvador Allende.
he marchado por las calles del mundo,
las plazas y los parques,
los lagos, los volcanes,
los ríos memorables,
los páramos, las ruinas,
los trigales, los bosques llenos de voces verdes
en busca de tu nombre
y allá encontré tu nombre.
He pescado botellas en el mar con tu rostro
dibujado en oscuros papeles navegantes,
y poemas tallados a cuchillo en las mesas
de bares infinitos, cerca del fin del mundo,
pero en Chile, tu patria,
no hay nada que te nombre.
Tú no estás en las calles de Chile, ni en sus muros,
no estás en los mercados ni en las escuelas rotas,
pero sí en la memoria de los que defendiste
con tu ideal, tus manos y tu muerte inmortal.
Nada, nada, sólo el amor de tu pueblo, Allende.
Presidente:
está escrito tu nombre en una estrella,
y Salvador Allende se llaman los tranvías,
los barcos castigados que surcan el oleaje,
los trenes sudorosos de aceites y de lluvia,
pero en tu patria nada lleva tu nombre, Allende.
No volverás jamás puesto que no te has ido.
No partirás jamás puesto que te quedaste.
No borrarán tu gesto ni esconderán tu sangre,
ni harán de tu legado un manuscrito muerto
pues eres parte altiva de la historia de Chile.
Tú no estás en las calles de Chile, ni en sus muros,
no estás en los mercados ni en las escuelas rotas,
pero sí en la memoria de los que defendiste
con tu ideal, tus manos y tu muerte inmortal.
Nada, nada, sólo el amor de tu pueblo, Allende.
Hay que escribirte en las murallas,
hay que sacarte del silencio,
hay que romper la cordillera para que vuelvas a caballo,
hay que abrir huecos en el cielo para que bajes como un rayo,
hay que abrir tumbas y panteones para que subas de la muerte
porque no hay nada que nos una como tú, Salvador Allende.