Hablando de Marlén, nadie recuerda bien el
día en que perdió la voz, o si es
que fue ella quien dejó de hablar. Se la
solía ver con un trozo de pizarra gris
colgándole del cinturón, a veces
había algo que decir.
La hicieron nacer entre bruma y carbón en
algún lugar de la cuenca minera, pero ya de
muy pequeña alguien la trajo a
Norteña, y aquí vivió hasta
el final ... aquí vivió hasta el
final ...
Marlén dio en trabajar por las noches en
un club, el Huracán 72, por dos duros y
habitación. Algunos por allí la
conocieron bien, decían "Ven, mudina,
hazme feliz. Ven y, ya que no hablas, chupa
aquí".
Creo que la vi una tarde en pleno invierno,
recostada en la playa de San Lorenzo, dibujando
con dos dedos en la arena y frente al viento algo
que la mar borró ... algo que la mar
borró ...
La recuerdo al pasar, sangre seca en su nariz, y
cómo nos reíamos y nos
reíamos. Un día sin más la
dejamos de ver, y creo que nadie preguntó.
Y cómo nos reíamos.
Transcurrió un mes sin que nadie la
extrañara, y alguien la encontró en
su habitación ahorcada, y había
escrito en la pizarra estas últimas
palabras: "Adiós, Norteña,
olvídame" ... "Adiós,
Norteña, olvídame" ...
día en que perdió la voz, o si es
que fue ella quien dejó de hablar. Se la
solía ver con un trozo de pizarra gris
colgándole del cinturón, a veces
había algo que decir.
La hicieron nacer entre bruma y carbón en
algún lugar de la cuenca minera, pero ya de
muy pequeña alguien la trajo a
Norteña, y aquí vivió hasta
el final ... aquí vivió hasta el
final ...
Marlén dio en trabajar por las noches en
un club, el Huracán 72, por dos duros y
habitación. Algunos por allí la
conocieron bien, decían "Ven, mudina,
hazme feliz. Ven y, ya que no hablas, chupa
aquí".
Creo que la vi una tarde en pleno invierno,
recostada en la playa de San Lorenzo, dibujando
con dos dedos en la arena y frente al viento algo
que la mar borró ... algo que la mar
borró ...
La recuerdo al pasar, sangre seca en su nariz, y
cómo nos reíamos y nos
reíamos. Un día sin más la
dejamos de ver, y creo que nadie preguntó.
Y cómo nos reíamos.
Transcurrió un mes sin que nadie la
extrañara, y alguien la encontró en
su habitación ahorcada, y había
escrito en la pizarra estas últimas
palabras: "Adiós, Norteña,
olvídame" ... "Adiós,
Norteña, olvídame" ...