Conocí a un hombre bajo un farol
que soñaba con tocar la niebla,
que sólo podía echarse a dormir
bajo un cielo negro sin estrellas
y por fin descansar.
Se empeñó el destino en que mi mirar
se cruzara con sus ojos verdes.
Y me habló del día en que se marchó
de la tierra donde nunca llueve
para no regresar.
Cuando se fue quiso volver,
pero el viento borró sus pisadas y le hizo entender
que quedaba mucho por andar.
Si tenía fuerzas para luchar,
yo lo pregunté al calor del fuego.
Y entre sorbo y sorbo me confesó
lo que duele no tener recuerdos
y no dejar de pensar.
Y cada vez que brilla el sol
se refugia en su mente en tinieblas para recordar
que le queda mucho por andar.
Cuando se fue quiso volver,
pero el viento borró sus pisadas y le hizo entender
que quedaba mucho por andar.
Conocí a un hombre que me enseñó
a no dar un sueño por perdido
porque la memoria suele fallar
y la vida no tiene sentido
si no aprendo a mirar
en los ojos de la soledad.
que soñaba con tocar la niebla,
que sólo podía echarse a dormir
bajo un cielo negro sin estrellas
y por fin descansar.
Se empeñó el destino en que mi mirar
se cruzara con sus ojos verdes.
Y me habló del día en que se marchó
de la tierra donde nunca llueve
para no regresar.
Cuando se fue quiso volver,
pero el viento borró sus pisadas y le hizo entender
que quedaba mucho por andar.
Si tenía fuerzas para luchar,
yo lo pregunté al calor del fuego.
Y entre sorbo y sorbo me confesó
lo que duele no tener recuerdos
y no dejar de pensar.
Y cada vez que brilla el sol
se refugia en su mente en tinieblas para recordar
que le queda mucho por andar.
Cuando se fue quiso volver,
pero el viento borró sus pisadas y le hizo entender
que quedaba mucho por andar.
Conocí a un hombre que me enseñó
a no dar un sueño por perdido
porque la memoria suele fallar
y la vida no tiene sentido
si no aprendo a mirar
en los ojos de la soledad.