Tu piel es la comarca donde antiguos labradores inefables c**tivaron la sustancia del más puro amor sensual.
La paz de tu mirada es el responso que resguarda en nuestras almas
El equivoco perpetuo al que no pueden escapar ni las palabras más precisas que podemos encontrar cuando queremos expresar lo que sentimos.
Tu voz es la armonía que modula con su encanto perdurable la perfecta concordancia de la vida con el tiempo que se rige por el ritmo de tu andar que es como un péndulo que acuna los vaivenes de las horas suspendidas en la magia inagotable del convulso torbellino en el que danzo enloquecido desde que te conocí.
Tu mente es el retiro en el que moran las ideas liberadas del trajín de sucesivos intercambios en coloques y simposios ya pasados donde fueron refutados los principios truculentos que le daban la razón.
Tu espíritu es la esencia que palpita en el eterno devenir que envuelve toda la energía de la vida subyacente a los rincones polvorientos del depósito donde guardo los fragmentos de los muebles que pudieron resistir heroicamente nuestra discusión de ayer.
Tus manos son los pulsos del compás en que transcurre la existencia bendecida por la santa providencia que se puso en mi camino en la mañana que del fango del arrollo donde estabas chapoteando te saqué.
Tus ojos son tres puertas que conducen cada una al fuego eterno del aliento de un dragón encadenado a una pata de la cama del bulín de un diplomático corrupto.
Tu rostro es el destejo inabarcable que sosiega y distribuye con tranquila paridad todas las luces reflectadas en los cayos que se forman en las costras agrietadas de tu piel por c**pa de ese maquillaje tan "berreta" con el que te "pintarrajeás"
Tus labios son un puente entre la luz y la temible oscuridad a la que arrastro en mi caótico vagar por un desierto en que pululan los fantasmas de caducos espejismos convertidos en las hebras de un tejido inmaterial donde se esconden cada punto de su trama efervescente un pensamiento que lo habita desde aquella larga noche que pasamos intentando juntos abrir ese archivo adjunto en que venia el número de serie que faltaba en el CD pirata que compramos con todas las ganas, la ilusión y la esperanza de jugar el Súper Mario.
La paz de tu mirada es el responso que resguarda en nuestras almas
El equivoco perpetuo al que no pueden escapar ni las palabras más precisas que podemos encontrar cuando queremos expresar lo que sentimos.
Tu voz es la armonía que modula con su encanto perdurable la perfecta concordancia de la vida con el tiempo que se rige por el ritmo de tu andar que es como un péndulo que acuna los vaivenes de las horas suspendidas en la magia inagotable del convulso torbellino en el que danzo enloquecido desde que te conocí.
Tu mente es el retiro en el que moran las ideas liberadas del trajín de sucesivos intercambios en coloques y simposios ya pasados donde fueron refutados los principios truculentos que le daban la razón.
Tu espíritu es la esencia que palpita en el eterno devenir que envuelve toda la energía de la vida subyacente a los rincones polvorientos del depósito donde guardo los fragmentos de los muebles que pudieron resistir heroicamente nuestra discusión de ayer.
Tus manos son los pulsos del compás en que transcurre la existencia bendecida por la santa providencia que se puso en mi camino en la mañana que del fango del arrollo donde estabas chapoteando te saqué.
Tus ojos son tres puertas que conducen cada una al fuego eterno del aliento de un dragón encadenado a una pata de la cama del bulín de un diplomático corrupto.
Tu rostro es el destejo inabarcable que sosiega y distribuye con tranquila paridad todas las luces reflectadas en los cayos que se forman en las costras agrietadas de tu piel por c**pa de ese maquillaje tan "berreta" con el que te "pintarrajeás"
Tus labios son un puente entre la luz y la temible oscuridad a la que arrastro en mi caótico vagar por un desierto en que pululan los fantasmas de caducos espejismos convertidos en las hebras de un tejido inmaterial donde se esconden cada punto de su trama efervescente un pensamiento que lo habita desde aquella larga noche que pasamos intentando juntos abrir ese archivo adjunto en que venia el número de serie que faltaba en el CD pirata que compramos con todas las ganas, la ilusión y la esperanza de jugar el Súper Mario.