Siempre al borde de los que viven;
nunca tuvo un hijo, nunca una mujer;
se pasaba el día en la oficina:
llevando papeles, sirviendo café.
Su refugio una pensión muy vieja,
llena de fantasmas y restos de pan;
su amigo un gato que habló con él.
Nunca nadie le ofreció motivos
como para estar, como para hablar,
nunca nadie le ofreció su casa
para que no pase solo Navidad.
El invierno que pegaba fuerte
lo encontraba a veces en la seccional.
"El vino es casi como el amor", decía.
De a pedazos, de a pedazos caes quieto.
Casi siempre a las seis menos cuarto
cuando el sol despierta en el andén
levantaba su cuerpo chiquito
se afeitaba y contaba hasta cien
como para recordar que estaba
tan despierto como vos y yo.
Con todas esas ganas de andar,
una noche en un bar de esos tantos
se bebió hasta el último rincón,
decidió que su piél ya era carne
y su alma tán solo un motor;
se gastó de golpe en una copa
y se hastió del pan y la pensión,
quizás la muerte sea mejor.
Se subió al primer taxi
con la impotencia en quiebra.
"La última noche que estaré conmigo
será una gran fiesta", dijo.
Plena de estrellas,
se levantó temprano,
desayunó en silencio,
miró el reloj que el observaba tenso,
y en la cuerda floja, volvió a pensarlo.
Afiló la navaja
héroe cobarde al menos
cerró los ojos, no dudó un instante
y apretó la carne: sangró su pecho.
nunca tuvo un hijo, nunca una mujer;
se pasaba el día en la oficina:
llevando papeles, sirviendo café.
Su refugio una pensión muy vieja,
llena de fantasmas y restos de pan;
su amigo un gato que habló con él.
Nunca nadie le ofreció motivos
como para estar, como para hablar,
nunca nadie le ofreció su casa
para que no pase solo Navidad.
El invierno que pegaba fuerte
lo encontraba a veces en la seccional.
"El vino es casi como el amor", decía.
De a pedazos, de a pedazos caes quieto.
Casi siempre a las seis menos cuarto
cuando el sol despierta en el andén
levantaba su cuerpo chiquito
se afeitaba y contaba hasta cien
como para recordar que estaba
tan despierto como vos y yo.
Con todas esas ganas de andar,
una noche en un bar de esos tantos
se bebió hasta el último rincón,
decidió que su piél ya era carne
y su alma tán solo un motor;
se gastó de golpe en una copa
y se hastió del pan y la pensión,
quizás la muerte sea mejor.
Se subió al primer taxi
con la impotencia en quiebra.
"La última noche que estaré conmigo
será una gran fiesta", dijo.
Plena de estrellas,
se levantó temprano,
desayunó en silencio,
miró el reloj que el observaba tenso,
y en la cuerda floja, volvió a pensarlo.
Afiló la navaja
héroe cobarde al menos
cerró los ojos, no dudó un instante
y apretó la carne: sangró su pecho.