Madrugada tirana. Suena el despertador,
hay que salir de la cama y ganarse el pan de hoy.
Se despierta Rivadavia, el frío perfora la piel,
y en la parada del bondi, se maquilla una mujer
con su pelo mojado, aunque haga cero grados,
y esa luz en sus ojos, aunque sea un día oscuro hoy.
Adelante en la fila, un pibe mira el reloj
maldiciendo al colectivo que todavía no llegó.
Cada uno en su mundo, aislado de los demás
con auriculares puestos o hablando por celular.
Por la misma vereda, una enorme pasarela
de personas que desfilan sin mirar alrededor.
En su mundo todos caminan,
angelitos de rutina que apurados siempre van.
Se cruzan y no se miran,
maratón de cada día, vértigo de la ciudad.
Ya llegó el mediodía y la cosa no cambió.
Los enormes edificios apenas dejan ver el sol.
Se abren las oficinas, la gente sale a comer
siempre con ese apuro y ganas de no volver.
Motores y bocinas le dan música a la esquina
y hacen la banda sonora de este film de hoy.
En su mundo todos caminan,
angelitos de rutina que apurados siempre van.
Se cruzan y no se miran,
maratón de cada día, vértigo de la ciudad.
En su mundo todos caminan,
angelitos de rutina que apurados siempre van.
Se cruzan y no se miran,
maratón de cada día, vértigo de la ciudad.
hay que salir de la cama y ganarse el pan de hoy.
Se despierta Rivadavia, el frío perfora la piel,
y en la parada del bondi, se maquilla una mujer
con su pelo mojado, aunque haga cero grados,
y esa luz en sus ojos, aunque sea un día oscuro hoy.
Adelante en la fila, un pibe mira el reloj
maldiciendo al colectivo que todavía no llegó.
Cada uno en su mundo, aislado de los demás
con auriculares puestos o hablando por celular.
Por la misma vereda, una enorme pasarela
de personas que desfilan sin mirar alrededor.
En su mundo todos caminan,
angelitos de rutina que apurados siempre van.
Se cruzan y no se miran,
maratón de cada día, vértigo de la ciudad.
Ya llegó el mediodía y la cosa no cambió.
Los enormes edificios apenas dejan ver el sol.
Se abren las oficinas, la gente sale a comer
siempre con ese apuro y ganas de no volver.
Motores y bocinas le dan música a la esquina
y hacen la banda sonora de este film de hoy.
En su mundo todos caminan,
angelitos de rutina que apurados siempre van.
Se cruzan y no se miran,
maratón de cada día, vértigo de la ciudad.
En su mundo todos caminan,
angelitos de rutina que apurados siempre van.
Se cruzan y no se miran,
maratón de cada día, vértigo de la ciudad.