Estos fragmentos de Catalino Paredes, aclaro que es nombre imaginario
por simple respeto a su verdadero nombre y memoria
son alguna de unas cuantas cuartetas más
que cada tanto me aparecen
recordando a aquellos hombre que hicieron la época anterior
a la que yo vivo
y que por suerte conocí alguno de ellos
tal vez porque en los pueblos de campaña o del interior
como se suele decir
tardan más en perder los recuerdos y los ayeres están mas cerca que en las grandes ciudades
el tiempo alcanza para cada cosa
y dentro de esas cosas
está el tiempo que el hombre
se toma para que sus tiempo
no se le pierda en un tiempo demasiado próximo
Yo creo que ha y hombres que se mueren para siempre y otros no
creo que se muere para siempre el que quiere vivir para siempre
y creo que el apuro es una de las formas de morir para siempre
No se le pueden ver a los ojos a un niño que pasa corriendo frente a nosotros
por eso mismo creo que un hombre que pasa corriendo delante de todo
no tiene tiempo para hacer algo tan importante
como la vida que derrocha y es una forma de morir para siempre
A su manera y sin mucho apuro
don Catalino Paredes fue en el pueblo
un escalón mas de los que tantos hombres como él
fueron, para que los demás pudiéramos ver desde un poco
mas arriba lo que nos mantenía un poco mas abajo
El sabía darle una mano a cualquiera
cualquiera fuera la divisa del que pedía
la suya era la única que sirve, la de gaucho argentino
Siempre tuvo poco para dar, y lo dio.
Él Don Catalino, como casi todos los de la época
solía mostrar por sobre el borde de la faja
el cabo de plata del cuchillo o la c**ata del 38 lechucero
pero él, como casi todos, jamás le apagó un chumbo a nada que no fuera un gato o algún cordero de origen dudoso
pero era de hombres el andar calzado
y más cuando se era medio dueño de casa en el comité
Él se encargaba de prepararle le terreno a los que venía de otros pueblos a decir el discurso principal.
En todos los actos estaba el mismo público,
era algo así como un entretenimiento gratis
como ir a la estación a ver el tren cuando le tocaba
si mal no recuerdo, los pares al sur y los nones para adentro
ya no corren más los trenes tampoco.
Si yo no lo hubiera visto, diría que esto es un cuento,
un bolazo nada más pa´ hacer reir el momento
que uno a veces dice cosas de a dieces como de a cientos
y ande quiere fantasiar le va poniendo el acento.
Por eso si no lo veo no lo hubiera imaginado
Don Catalino Paredes, el del poncho colorado
me dijeron que da risa, y que siempre anda mamao
amontonando miseria, rotoso y amugrientau
que se mete en el boliche y que se duerme sentao
que habla solo, y que de a ratos hasta parece finao.
Don Catalino Paredes, el del poncho colorado
si yo no lo hubiera visto no lo hubiera imaginado.
Viene de lejos la cosa, y otra cosa era el poblao
políticos, comiteses, matones y matoniao
cuartos oscuros pa algunos, pa´ otros iluminao
promesas medias chupadas, taba cargada y asao
canana con dos pistolas plomo Dum Dum o Cruzao
era la ley del caudillo aunque no fuera votao
él siempre arreglo la cosa y el caso mas embrollao
fue amigo del intendente, del dotor y el diputao
pero nunca negó una gauchada ni al pobre mas desgraciao
Don Catalino Paredes, el del poncho colorao
Él hablaba en las estancia, en la plaza, y el tablao
del hospital, de la escuela y del poncho colorao
decía que la injusticia era un paquete heredáu
y que el que la apadrinaba tenía todo estudiáu
que si ganaban ya naides iba andar desamparáu
por la patria y la bandera... y el ponchito coloráu.
Por eso, si no lo veo, no lo hubiera imaginao
amontonándo miseria, solo triste y aporreao
él, que bancó la parada del tirador más mentado
hoy ya ni pisa la taba por miedo a echar una blanquiao
que santo andará esperando su corazón acabáu
viejo pedazo de tierra que nunca tuvo candáu
Don Catalino Paredes, el del poncho colorao.
por simple respeto a su verdadero nombre y memoria
son alguna de unas cuantas cuartetas más
que cada tanto me aparecen
recordando a aquellos hombre que hicieron la época anterior
a la que yo vivo
y que por suerte conocí alguno de ellos
tal vez porque en los pueblos de campaña o del interior
como se suele decir
tardan más en perder los recuerdos y los ayeres están mas cerca que en las grandes ciudades
el tiempo alcanza para cada cosa
y dentro de esas cosas
está el tiempo que el hombre
se toma para que sus tiempo
no se le pierda en un tiempo demasiado próximo
Yo creo que ha y hombres que se mueren para siempre y otros no
creo que se muere para siempre el que quiere vivir para siempre
y creo que el apuro es una de las formas de morir para siempre
No se le pueden ver a los ojos a un niño que pasa corriendo frente a nosotros
por eso mismo creo que un hombre que pasa corriendo delante de todo
no tiene tiempo para hacer algo tan importante
como la vida que derrocha y es una forma de morir para siempre
A su manera y sin mucho apuro
don Catalino Paredes fue en el pueblo
un escalón mas de los que tantos hombres como él
fueron, para que los demás pudiéramos ver desde un poco
mas arriba lo que nos mantenía un poco mas abajo
El sabía darle una mano a cualquiera
cualquiera fuera la divisa del que pedía
la suya era la única que sirve, la de gaucho argentino
Siempre tuvo poco para dar, y lo dio.
Él Don Catalino, como casi todos los de la época
solía mostrar por sobre el borde de la faja
el cabo de plata del cuchillo o la c**ata del 38 lechucero
pero él, como casi todos, jamás le apagó un chumbo a nada que no fuera un gato o algún cordero de origen dudoso
pero era de hombres el andar calzado
y más cuando se era medio dueño de casa en el comité
Él se encargaba de prepararle le terreno a los que venía de otros pueblos a decir el discurso principal.
En todos los actos estaba el mismo público,
era algo así como un entretenimiento gratis
como ir a la estación a ver el tren cuando le tocaba
si mal no recuerdo, los pares al sur y los nones para adentro
ya no corren más los trenes tampoco.
Si yo no lo hubiera visto, diría que esto es un cuento,
un bolazo nada más pa´ hacer reir el momento
que uno a veces dice cosas de a dieces como de a cientos
y ande quiere fantasiar le va poniendo el acento.
Por eso si no lo veo no lo hubiera imaginado
Don Catalino Paredes, el del poncho colorado
me dijeron que da risa, y que siempre anda mamao
amontonando miseria, rotoso y amugrientau
que se mete en el boliche y que se duerme sentao
que habla solo, y que de a ratos hasta parece finao.
Don Catalino Paredes, el del poncho colorado
si yo no lo hubiera visto no lo hubiera imaginado.
Viene de lejos la cosa, y otra cosa era el poblao
políticos, comiteses, matones y matoniao
cuartos oscuros pa algunos, pa´ otros iluminao
promesas medias chupadas, taba cargada y asao
canana con dos pistolas plomo Dum Dum o Cruzao
era la ley del caudillo aunque no fuera votao
él siempre arreglo la cosa y el caso mas embrollao
fue amigo del intendente, del dotor y el diputao
pero nunca negó una gauchada ni al pobre mas desgraciao
Don Catalino Paredes, el del poncho colorao
Él hablaba en las estancia, en la plaza, y el tablao
del hospital, de la escuela y del poncho colorao
decía que la injusticia era un paquete heredáu
y que el que la apadrinaba tenía todo estudiáu
que si ganaban ya naides iba andar desamparáu
por la patria y la bandera... y el ponchito coloráu.
Por eso, si no lo veo, no lo hubiera imaginao
amontonándo miseria, solo triste y aporreao
él, que bancó la parada del tirador más mentado
hoy ya ni pisa la taba por miedo a echar una blanquiao
que santo andará esperando su corazón acabáu
viejo pedazo de tierra que nunca tuvo candáu
Don Catalino Paredes, el del poncho colorao.