Sale la Luna bajo un farol,
y Juan la espera con su latido
en la vidalera caja de sol
que en su guitarra puso el fueguito
que viene ardiendo de su niñez,
que no lo deja y aún se le nota
por la sonrisa inmensa en la boca
y lo pone al borde de su amor
de vidalero hilando una cuna
para su Luna bajo un farol.
Juan y la Luna, cómo decir,
ponen de nuevo el agua a fluir.
Algo acontece fuera del mundo,
ellos lo saben y así lo cantan;
algo les danzará en lo profundo
con la centella alegre del alma.
La Luna sube filosa y anda,
y Juan, tan suave su voz de tierra,
parece el aire que la suspira
y por allá arriba la ve brillar,
mientras se guarda aquí en la madera
su almita entera de enamorao.
Juan y la Luna, la Luna y Juan,
ponen cada cosa en su lugar.
Juancito traza un surco de tierra
y entre las cuerdas pone a labrar
sus dedos lúcidos de artesanía,
tucumanía y sonoridad;
bajo sus nubes entra y la busca
siguiéndole el agua de la boca
pa´ que la Luna diga sus coplas,
y lo que se evoca al verle el trasluz
son unas dulces hebras de arrope
que un claro toque convierte en luz.
Juan y la Luna, en una canción,
sueltan mis niños del corazón.
y Juan la espera con su latido
en la vidalera caja de sol
que en su guitarra puso el fueguito
que viene ardiendo de su niñez,
que no lo deja y aún se le nota
por la sonrisa inmensa en la boca
y lo pone al borde de su amor
de vidalero hilando una cuna
para su Luna bajo un farol.
Juan y la Luna, cómo decir,
ponen de nuevo el agua a fluir.
Algo acontece fuera del mundo,
ellos lo saben y así lo cantan;
algo les danzará en lo profundo
con la centella alegre del alma.
La Luna sube filosa y anda,
y Juan, tan suave su voz de tierra,
parece el aire que la suspira
y por allá arriba la ve brillar,
mientras se guarda aquí en la madera
su almita entera de enamorao.
Juan y la Luna, la Luna y Juan,
ponen cada cosa en su lugar.
Juancito traza un surco de tierra
y entre las cuerdas pone a labrar
sus dedos lúcidos de artesanía,
tucumanía y sonoridad;
bajo sus nubes entra y la busca
siguiéndole el agua de la boca
pa´ que la Luna diga sus coplas,
y lo que se evoca al verle el trasluz
son unas dulces hebras de arrope
que un claro toque convierte en luz.
Juan y la Luna, en una canción,
sueltan mis niños del corazón.