Me abriré en las vetas si me tallan en madera,
me arderá la herrumbre si me pliegan en metal,
que cualquier materia que se toque o que se vea
poco ha de durar.
Pero si me buscan en tonadas marineras,
tal vez en el modo de pulsar
haya una chamarra aguardentosa y trajinera,
duradera y blanda de cantar.
Llevo un son chamarritero que cobija la ilusión
de que lo arranquen del sueño y lo planten de mascarón
de un barco hecho del deseo del que lo venga a abordar,
yendo a buscar qué, quién sabe...
A babor, pueblitos t**ilando como velas,
a estribor un pie del horizonte empieza a arder.
Entre Orión y Escorpio los desvelos son cincuenta,
viejos albañiles de Babel.
Cada corazón es una Piedra de Rosetta
traduciendo a todos los demás
y el casco en la noche un banderín de la tormenta
en un derrotero sin final.
Llevo un son chamarritero que cobija la ilusión
de que lo arranquen del sueño y lo planten de mascarón
de un barco hecho del deseo del que lo venga a abordar,
yendo a buscar qué, quién sabe,
subiendo el río hacia atrás, subiendo el Paraná.
La chamarra que nunca respeta las fronteras
-don Aníbal, ¿no es así?-
hoy pide permiso para regresar a tierra
guaraní,
y pretende por temperamento y lejanía,
porque es de una estirpe de ultramar,
la amarren a proa y empapada de alegría
le dejen el río navegar.
Llevo un son chamarritero que cobija la ilusión
de que lo arranquen del sueño y lo planten de mascarón
de un barco hecho del deseo del que lo venga a abordar,
yendo a buscar qué, quién sabe,
subiendo el río hacia atrás, subiendo el Paraná,
subiendo el río hacia atrás, subiendo el Paraguay.
me arderá la herrumbre si me pliegan en metal,
que cualquier materia que se toque o que se vea
poco ha de durar.
Pero si me buscan en tonadas marineras,
tal vez en el modo de pulsar
haya una chamarra aguardentosa y trajinera,
duradera y blanda de cantar.
Llevo un son chamarritero que cobija la ilusión
de que lo arranquen del sueño y lo planten de mascarón
de un barco hecho del deseo del que lo venga a abordar,
yendo a buscar qué, quién sabe...
A babor, pueblitos t**ilando como velas,
a estribor un pie del horizonte empieza a arder.
Entre Orión y Escorpio los desvelos son cincuenta,
viejos albañiles de Babel.
Cada corazón es una Piedra de Rosetta
traduciendo a todos los demás
y el casco en la noche un banderín de la tormenta
en un derrotero sin final.
Llevo un son chamarritero que cobija la ilusión
de que lo arranquen del sueño y lo planten de mascarón
de un barco hecho del deseo del que lo venga a abordar,
yendo a buscar qué, quién sabe,
subiendo el río hacia atrás, subiendo el Paraná.
La chamarra que nunca respeta las fronteras
-don Aníbal, ¿no es así?-
hoy pide permiso para regresar a tierra
guaraní,
y pretende por temperamento y lejanía,
porque es de una estirpe de ultramar,
la amarren a proa y empapada de alegría
le dejen el río navegar.
Llevo un son chamarritero que cobija la ilusión
de que lo arranquen del sueño y lo planten de mascarón
de un barco hecho del deseo del que lo venga a abordar,
yendo a buscar qué, quién sabe,
subiendo el río hacia atrás, subiendo el Paraná,
subiendo el río hacia atrás, subiendo el Paraguay.