Desde la Cuesta del Portezuelo
mirando abajo parece un sueño:
un pueblito aquí, otro más allá
y un camino largo que baja y se pierde.
Hay un ranchito sombreado de higueras
y bajo el tala durmiendo un perro.
Y al atardecer, cuando baja el sol,
una majadita volviendo del cerro.
Paisajes de Catamarca,
con mil distintos tonos de verde:
un pueblito aquí, otro más allí
y un camino largo que baja y se pierde.
Y ya en la villa del Portezuelo
con sus costumbres tan provincianas:
el cañizo aquí, el tabaco allá
y en la soga cuelgan quesillos de cabra.
Con una escoba de pichanilla
una chinita barriendo el patio.
Y sobre el nogal, centenario ya,
se oye un chalchalero que ensaya su canto.
Paisajes de Catamarca,
con mil distintos tonos de verde:
un pueblito aquí, otro más allá
y un camino largo que baja y se pierde.
mirando abajo parece un sueño:
un pueblito aquí, otro más allá
y un camino largo que baja y se pierde.
Hay un ranchito sombreado de higueras
y bajo el tala durmiendo un perro.
Y al atardecer, cuando baja el sol,
una majadita volviendo del cerro.
Paisajes de Catamarca,
con mil distintos tonos de verde:
un pueblito aquí, otro más allí
y un camino largo que baja y se pierde.
Y ya en la villa del Portezuelo
con sus costumbres tan provincianas:
el cañizo aquí, el tabaco allá
y en la soga cuelgan quesillos de cabra.
Con una escoba de pichanilla
una chinita barriendo el patio.
Y sobre el nogal, centenario ya,
se oye un chalchalero que ensaya su canto.
Paisajes de Catamarca,
con mil distintos tonos de verde:
un pueblito aquí, otro más allá
y un camino largo que baja y se pierde.