Un rey moro tenía un hijo que Tranquilo se llamaba;
un día estando jugando, se enamoró de su hermana.
Como no podía ser, se hizo el enfermo en la cama.
Le subió su padre a ver. -¿Qué tienes, hijo del alma?
¿Quieres que te mate un ave de esas que se crían en casa?
Lo que yo quiero es un caldo que me lo suba mi hermana.
Era en tiempo de verano y subió en enagua blanca.
La agarró por la cintura, sobre la cama la echaba,
con un pañuelo de seda, la boquita la tapaba.
A eso de los nueve meses, cayó muy grave en la cama.
Llamaron a los doctores, los mejores de Granada.
Unos le toman el pulso, otros le miran la cara;
se dicen unos a otros: -Esta niña está preñada.
un día estando jugando, se enamoró de su hermana.
Como no podía ser, se hizo el enfermo en la cama.
Le subió su padre a ver. -¿Qué tienes, hijo del alma?
¿Quieres que te mate un ave de esas que se crían en casa?
Lo que yo quiero es un caldo que me lo suba mi hermana.
Era en tiempo de verano y subió en enagua blanca.
La agarró por la cintura, sobre la cama la echaba,
con un pañuelo de seda, la boquita la tapaba.
A eso de los nueve meses, cayó muy grave en la cama.
Llamaron a los doctores, los mejores de Granada.
Unos le toman el pulso, otros le miran la cara;
se dicen unos a otros: -Esta niña está preñada.