Letra de José Luis Pérez Mosquera y J.M. Serrat
Música de J.M. Serrat
He pasado el día preparando el corazón
para cuando suene el timbre de la puerta.
Sin embargo, desde las nueve cincuenta y tres,
me golpea las costillas reclamando de inmediato tu presencia.
A la hora del timbre por la mirilla se ven
caramelos asomándose a un escote
y una gran sonrisa rodeada de mujer
con olor a hierbabuena presagiando la gloria en cinemascope.
Saldrán a su encuentro mis orejas y mi nariz
y mis ojos ansiosos y el corazón consentido
y mi mano izquierda decidida a investigar
los ojales y los botones de tu vestido.
A la hora del timbre con caricias y café
cicatrizan las heridas cotidianas
en el cuarto oscuro del enamorado amor
donde una estufa ilumina justo apenas una pata de la cama.
Luego, a beso limpio a salvo en el pequeño edén,
nos gastaremos los labios en un cuerpo a cuerpo fiero.
Huirán al exilio el miedo y la soledad
y la muerte perderá por dos a cero.
A la hora del timbre las campanas del reloj,
que anuncian alborozadas tu presencia,
repiten tenaces que empezó la cuenta atrás
y que vaya preparando de a poquito el corazón para tu ausencia.
Música de J.M. Serrat
He pasado el día preparando el corazón
para cuando suene el timbre de la puerta.
Sin embargo, desde las nueve cincuenta y tres,
me golpea las costillas reclamando de inmediato tu presencia.
A la hora del timbre por la mirilla se ven
caramelos asomándose a un escote
y una gran sonrisa rodeada de mujer
con olor a hierbabuena presagiando la gloria en cinemascope.
Saldrán a su encuentro mis orejas y mi nariz
y mis ojos ansiosos y el corazón consentido
y mi mano izquierda decidida a investigar
los ojales y los botones de tu vestido.
A la hora del timbre con caricias y café
cicatrizan las heridas cotidianas
en el cuarto oscuro del enamorado amor
donde una estufa ilumina justo apenas una pata de la cama.
Luego, a beso limpio a salvo en el pequeño edén,
nos gastaremos los labios en un cuerpo a cuerpo fiero.
Huirán al exilio el miedo y la soledad
y la muerte perderá por dos a cero.
A la hora del timbre las campanas del reloj,
que anuncian alborozadas tu presencia,
repiten tenaces que empezó la cuenta atrás
y que vaya preparando de a poquito el corazón para tu ausencia.