Eras niña de blancos reflejos
y me querías de esclavo,
me mirabas con tus tres espejos,
jugabas a ser lavabo.
Me esperabas con el toallero
-a veces yo también me mojo-
y en tus grifos de cromado acero
un punto azul y otro rojo.
Y así, cada mañana
sobre tu porcelana
a la hora en que, triste, me lavo,
Me mostrabas una nueva cana.
De niña a lavabo.
La pensaba con el sonajero
y en vez de "yo sé", "yo sabo",
pero el tiempo como un fontanero,
la cambió de cabo a rabo.
Esa niña de blancos reflejos
ya estaba dando en el clavo,
su desagüe me echaba los tejos,
mi niña se hacía lavabo.
Y así, cada mañana
sobre su porcelana,
ya no espero escuchar ningún ¡bravo!
sólo el ruido del agua que mana.
De niña a lavabo.
y me querías de esclavo,
me mirabas con tus tres espejos,
jugabas a ser lavabo.
Me esperabas con el toallero
-a veces yo también me mojo-
y en tus grifos de cromado acero
un punto azul y otro rojo.
Y así, cada mañana
sobre tu porcelana
a la hora en que, triste, me lavo,
Me mostrabas una nueva cana.
De niña a lavabo.
La pensaba con el sonajero
y en vez de "yo sé", "yo sabo",
pero el tiempo como un fontanero,
la cambió de cabo a rabo.
Esa niña de blancos reflejos
ya estaba dando en el clavo,
su desagüe me echaba los tejos,
mi niña se hacía lavabo.
Y así, cada mañana
sobre su porcelana,
ya no espero escuchar ningún ¡bravo!
sólo el ruido del agua que mana.
De niña a lavabo.