Con sus libros, con sus juegos,
sus películas, sus vicios,
sus amores, sus apegos
y sus ritos veraniegos
que exigían sacrificios
hasta las claras del día,
casi nunca se aburría.
O tocaba la guitarra
y escribía en el cuaderno
y si aquí rimaba en "arra"
escogía una con garra,
un acorde así, moderno,
y una dulce melodía,
y eso ya lo entretenía.
Y aún más si le salía.
Si salía era feliz
para toda una semana,
retocando algún matiz
o cantándole a su hermana
lo que ya llevara hecho,
que era un buen trecho
si nadie le interrumpía.
Porque muy, muy a menudo
iba a verlo algún amigo,
y si aquí rimaba en "udo"
se decía: cojonudo,
¿qué hago ahora, lo maldigo
o le muestro mi alegría
con un vaso de sangría?
Y los dos, vaso tras vaso,
vaciábanse una jarra
y le daban un repaso
al triunfo y al fracaso,
y, en su funda, la guitarra
profundamente dormía.
Exhibir esa manía
como que lo cohibía.
Luego, a solas otra vez,
retomaba el roto hilo
de su trama, una memez,
una cosa de este estilo,
y poníase al acecho
de un nuevo trecho,
a su tarea volvía.
Y, de p***to, su vecina
con un grupo de arquitectos
le medían la cociana
o, de p***to, su sobrina,
la de párpados perfectos,
de Tenerife venía.
Y hasta luego, sinfonía.
Pero, en fin, sacaba ratos
para palabras y acordes,
y si aquí rimaba en "atos"
no decía: cuán ingratos,
cuán bullicosos, cuán bordes.
O si sí, con ironía,
que él a todos recibía
y con suma cortesía.
Qué podía hacerle él
si un amigo es un amigo,
su vecina, Maribel,
y su sobrina testigo
de que entraba por derecho
a un tercer trecho,
pues con él lo recorría.
Aunque todo fuera adverso
era el hombre muy paciente
y, a la noche, estaba inmerso
en su trama y verso a verso
avanzaba tercamente.
Casi, casi la tenía,
pero el sueño lo vencía.
En su almohada a la cosa
daba una y otra vuelta
y, si aquí rimaba en "osa",
se decía: anda, la osa,
pero si ya está resuelta,
solamente faltaría
repasar esta armonía
y un remate y ya estaría.
Y a las tantas, yo que sé,
levantábase del lecho,
daba sorbos a un café
y, con este último trecho,
a su capricho estival
punto final.
Justo cuando amanecía.
(Javier Krahe)
sus películas, sus vicios,
sus amores, sus apegos
y sus ritos veraniegos
que exigían sacrificios
hasta las claras del día,
casi nunca se aburría.
O tocaba la guitarra
y escribía en el cuaderno
y si aquí rimaba en "arra"
escogía una con garra,
un acorde así, moderno,
y una dulce melodía,
y eso ya lo entretenía.
Y aún más si le salía.
Si salía era feliz
para toda una semana,
retocando algún matiz
o cantándole a su hermana
lo que ya llevara hecho,
que era un buen trecho
si nadie le interrumpía.
Porque muy, muy a menudo
iba a verlo algún amigo,
y si aquí rimaba en "udo"
se decía: cojonudo,
¿qué hago ahora, lo maldigo
o le muestro mi alegría
con un vaso de sangría?
Y los dos, vaso tras vaso,
vaciábanse una jarra
y le daban un repaso
al triunfo y al fracaso,
y, en su funda, la guitarra
profundamente dormía.
Exhibir esa manía
como que lo cohibía.
Luego, a solas otra vez,
retomaba el roto hilo
de su trama, una memez,
una cosa de este estilo,
y poníase al acecho
de un nuevo trecho,
a su tarea volvía.
Y, de p***to, su vecina
con un grupo de arquitectos
le medían la cociana
o, de p***to, su sobrina,
la de párpados perfectos,
de Tenerife venía.
Y hasta luego, sinfonía.
Pero, en fin, sacaba ratos
para palabras y acordes,
y si aquí rimaba en "atos"
no decía: cuán ingratos,
cuán bullicosos, cuán bordes.
O si sí, con ironía,
que él a todos recibía
y con suma cortesía.
Qué podía hacerle él
si un amigo es un amigo,
su vecina, Maribel,
y su sobrina testigo
de que entraba por derecho
a un tercer trecho,
pues con él lo recorría.
Aunque todo fuera adverso
era el hombre muy paciente
y, a la noche, estaba inmerso
en su trama y verso a verso
avanzaba tercamente.
Casi, casi la tenía,
pero el sueño lo vencía.
En su almohada a la cosa
daba una y otra vuelta
y, si aquí rimaba en "osa",
se decía: anda, la osa,
pero si ya está resuelta,
solamente faltaría
repasar esta armonía
y un remate y ya estaría.
Y a las tantas, yo que sé,
levantábase del lecho,
daba sorbos a un café
y, con este último trecho,
a su capricho estival
punto final.
Justo cuando amanecía.
(Javier Krahe)