Investigar sobre el sufrimiento viene a ser una constante de nefasto recuerdo. Es un extremo que plantea iguales dudas al querer ser explicado y al pretender que sea aceptado. Son demasiadas las voces que partiendo de ese fatal razonamiento no tardarán nada en abandonar cualquier aspiración por corregir los errores que demuestra este mundo agotado en sí mismo, empeñado en no mirar más allá de su propio ombligo. Imponiendo un presente, negando el futuro. Demostrando día tras día su total falta de escrúpulos. Generando más y más desequilibrios. Provocando en unos casos la no vida, en los más otros la muerte del hombre por el hombre, de la mujer por el hombre, del medio por el hombre. A quienes mienten la historia, la historia les miente. Eso que ellos llaman paz es otra forma de muerte. Muerte que dicta la razón del más fuerte. Muerte, que añadir a más muerte. La historia del hombre incluye todas las mentiras capaces de ser ideadas por su mente, y por verdad puede entenderse el que hasta hoy es el mayor ejemplo de hipocresía. Un mundo en paz, una vida en armonía donde fuera la razón el valor que la presidiera. Ajena al instinto depredador que distingue al hombre de la bestia, de su otro yo. Culpable, único responsable de haber puesto en marcha una fatal espiral de barbarie que semeja dos guerras mundiales a dos mundos en guerra. La paz demuestra ser un camino de ida y vuelta a una violencia que eleva de golpe y porrazo el miedo a la categoría de espectáculo del orden. Siempre el orden como una excusa, como advertencia, como una orden. A quienes mienten la historia, la historia les miente. Eso que ellos llaman paz es otra forma de muerte. Muerte que dicta la razón del más fuerte. Muerte, que añadir a más muerte.