En la esquina sudoeste
vive Amanda entre sus libros
elegante y despeinada a esa hora
con su tesoro de ilusiones
su camisa de esperanza y un amor
añorado en carne y hueso.
En la esquina del noreste
sueña Julio con la luna
que salió recién en medio de las nieves
con sus bancarios sobregiros
sus proezas, sus caídas en la vida
en los cerros de sus sueños.
Le gustó la biología
le gustó también Amanda.
cada piso en la escalera
hermosa y despeinada
con sus ojos verde grises
su cintura y sus tobillos.
Su pelo el trigo, el pan
penetrante en la mañana
suavecita por la noche,
era el norte de su oriente
era miel de sus dolores.
Se encontraron una noche
en la escala aquella oscura
tipo siete las campanas se callaron
para partir los dos andando
aquel parque que añoraban que veían
de mañana en el estruendo.
Era un sábado tranquilo
su cintura se mecía
y la hierba le cantaba al corazón
dime un poquito de tu vida
con tu voz llenaste todo aquel espacio
que salía sin control.
Abrazados hasta el fin
balbucearon algo tonto
se buscaron como locos
volvieron a la casa
nadie sabe que pasó
y ya el día se anunciaba
el pasillo eran jazmines
y en las puertas semiabiertas
se veía una polera
una copa y un poema
un abrazo y un camino.
vive Amanda entre sus libros
elegante y despeinada a esa hora
con su tesoro de ilusiones
su camisa de esperanza y un amor
añorado en carne y hueso.
En la esquina del noreste
sueña Julio con la luna
que salió recién en medio de las nieves
con sus bancarios sobregiros
sus proezas, sus caídas en la vida
en los cerros de sus sueños.
Le gustó la biología
le gustó también Amanda.
cada piso en la escalera
hermosa y despeinada
con sus ojos verde grises
su cintura y sus tobillos.
Su pelo el trigo, el pan
penetrante en la mañana
suavecita por la noche,
era el norte de su oriente
era miel de sus dolores.
Se encontraron una noche
en la escala aquella oscura
tipo siete las campanas se callaron
para partir los dos andando
aquel parque que añoraban que veían
de mañana en el estruendo.
Era un sábado tranquilo
su cintura se mecía
y la hierba le cantaba al corazón
dime un poquito de tu vida
con tu voz llenaste todo aquel espacio
que salía sin control.
Abrazados hasta el fin
balbucearon algo tonto
se buscaron como locos
volvieron a la casa
nadie sabe que pasó
y ya el día se anunciaba
el pasillo eran jazmines
y en las puertas semiabiertas
se veía una polera
una copa y un poema
un abrazo y un camino.