Era una noche de invierno,
tu ventana yo miraba,
grandes locuras de amarte
por mis sentíos pasaban,
por mis sentíos pasaban.
Lleva los pies descalcitos
un niño chico llorando,
y le canta muy bajito,
parece que va rezando.
Ni hablando, ni platicando,
ni hablando, ni platicando,
ay ni hablando ni platicando.
Hablando ni platicando
mis penas consuelo sienten
na más que me estés mirando.
Aprovecha de tus llantos
y seca con tu pañuelo
y seca con tu pañuelo.
Cuando lo tengas mojao, grábalo
y grábalo en tu pensamiento
y piensa porqué has llorao
si son lágrimas del cielo
perdonando tus pecaos,
yo te llamaré Consuelo
porque Dios te ha consagrao.
Con lo mucho que tú me querías,
como tú decías,
te fuiste pa siempre
de la verita ay prima mía.
Carmela, ay parece mentira
que de la noche a la mañana
tú me has buscao la ruina.
No lo esperaba, pero lo presentía,
porque tu cuerpo lo daba,
y más tú eras consciente y sabías
que la pena me mataba.
Carmela, Carmela.
Y a la orilla de un río
yo me voy solo.
Y yo me pongo a coger varetas,
por la mañana temprano,
me pongo y hago mi cesta.
Vente conmigo a mi casa
que está a la vera de un río,
entre varetas y cañas,
y entre rosales bravíos.
tu ventana yo miraba,
grandes locuras de amarte
por mis sentíos pasaban,
por mis sentíos pasaban.
Lleva los pies descalcitos
un niño chico llorando,
y le canta muy bajito,
parece que va rezando.
Ni hablando, ni platicando,
ni hablando, ni platicando,
ay ni hablando ni platicando.
Hablando ni platicando
mis penas consuelo sienten
na más que me estés mirando.
Aprovecha de tus llantos
y seca con tu pañuelo
y seca con tu pañuelo.
Cuando lo tengas mojao, grábalo
y grábalo en tu pensamiento
y piensa porqué has llorao
si son lágrimas del cielo
perdonando tus pecaos,
yo te llamaré Consuelo
porque Dios te ha consagrao.
Con lo mucho que tú me querías,
como tú decías,
te fuiste pa siempre
de la verita ay prima mía.
Carmela, ay parece mentira
que de la noche a la mañana
tú me has buscao la ruina.
No lo esperaba, pero lo presentía,
porque tu cuerpo lo daba,
y más tú eras consciente y sabías
que la pena me mataba.
Carmela, Carmela.
Y a la orilla de un río
yo me voy solo.
Y yo me pongo a coger varetas,
por la mañana temprano,
me pongo y hago mi cesta.
Vente conmigo a mi casa
que está a la vera de un río,
entre varetas y cañas,
y entre rosales bravíos.