Encallado en la mentira, anda sumando billetes
va perdido en la neblina, siempre lejos de la gente.
Viendo al otro como ajeno, usando de sonajero
las monedas que el mendigo, pide bajo el aguacero.
Es la fiel a***ogía lo que flota en el retrete
salpicando las paredes, en su juego irreverente.
La felicidad en cuotas, incendiando la tarjeta
y con el upite a salvo, abierto para la fiesta.
Vamos todos que ya empieza la danza de los perdidos
a bailar con la más fea, a olvidarse del amigo.
Vamos todos que ya empieza, metele que son pasteles
a l***rar bien los pepes... milonga de lunes a viernes.
Cuando llegan los asados, en el quincho de su casa
oficiando de anfitrión contando qué mal la pasa.
Llorando por lo que tiene, y por lo que a otros regalan,
sobremesa de la queja porque eso no cuesta nada.
Y son tantos comensales los que piensan en lo mismo
que la estancia se hizo chica y hubo que sumar baldíos.
Acertijo indescifrable entender lo que les pasa,
y tan burda la falacia de tener las cuentas flacas.
Para que estén a sus anchas, es preciso que adelgacen
los que quedan en la puerta, los que nunca entran al baile.
va perdido en la neblina, siempre lejos de la gente.
Viendo al otro como ajeno, usando de sonajero
las monedas que el mendigo, pide bajo el aguacero.
Es la fiel a***ogía lo que flota en el retrete
salpicando las paredes, en su juego irreverente.
La felicidad en cuotas, incendiando la tarjeta
y con el upite a salvo, abierto para la fiesta.
Vamos todos que ya empieza la danza de los perdidos
a bailar con la más fea, a olvidarse del amigo.
Vamos todos que ya empieza, metele que son pasteles
a l***rar bien los pepes... milonga de lunes a viernes.
Cuando llegan los asados, en el quincho de su casa
oficiando de anfitrión contando qué mal la pasa.
Llorando por lo que tiene, y por lo que a otros regalan,
sobremesa de la queja porque eso no cuesta nada.
Y son tantos comensales los que piensan en lo mismo
que la estancia se hizo chica y hubo que sumar baldíos.
Acertijo indescifrable entender lo que les pasa,
y tan burda la falacia de tener las cuentas flacas.
Para que estén a sus anchas, es preciso que adelgacen
los que quedan en la puerta, los que nunca entran al baile.