Llegué a su boca soltando coplas,
los rastros de su piel;
pasé el desierto, sus ojos negros
iba casi sin ver.
Otra vez llegando tarde,
otra vez volviendo a pie,
otra vez cruzando el puente
con la angustia de un querer.
Llegué a su vientre como un valiente,
y salto para caer;
salí del paso hecho pedazos,
hasta que la encontré.
Un recuerdo del aguacero y un mapa para volver,
un buen señuelo en la madrugada para poderla ver;
la niña hermosa, la caprichosa, la que se fue.
Llegué a sus senos dejando el freno juntito a la pared;
luz de los cerros, y un pasajero que se vuelve a perder.
Otra vez llegando tarde,
otra vez volviendo a pie,
otra vez cruzando el puente,
con la angustia de un querer.
Llegué a su cielo todo cubierto por el amanecer;
brisas cayendo sobre su cuerpo y esperando nacer.
Un recuerdo del aguacero y un mapa para volver,
un buen señuelo en la madrugada para poderla ver;
la niña hermosa, la caprichosa, la que se fue.
los rastros de su piel;
pasé el desierto, sus ojos negros
iba casi sin ver.
Otra vez llegando tarde,
otra vez volviendo a pie,
otra vez cruzando el puente
con la angustia de un querer.
Llegué a su vientre como un valiente,
y salto para caer;
salí del paso hecho pedazos,
hasta que la encontré.
Un recuerdo del aguacero y un mapa para volver,
un buen señuelo en la madrugada para poderla ver;
la niña hermosa, la caprichosa, la que se fue.
Llegué a sus senos dejando el freno juntito a la pared;
luz de los cerros, y un pasajero que se vuelve a perder.
Otra vez llegando tarde,
otra vez volviendo a pie,
otra vez cruzando el puente,
con la angustia de un querer.
Llegué a su cielo todo cubierto por el amanecer;
brisas cayendo sobre su cuerpo y esperando nacer.
Un recuerdo del aguacero y un mapa para volver,
un buen señuelo en la madrugada para poderla ver;
la niña hermosa, la caprichosa, la que se fue.