La noche cubre ya
con su negro crespón
de la ciudad a las calles
se cruza la gente
con pausada acción
la luz artificial
con débil proyección
propicia la penumbra
que esconde en su sombra
venganza y traición.
Después de laborar
vuelve a su humilde hogar
ese triste plebeyo
el hijo del pueblo
el hombre que supo amar
y que sufriendo va
esa infamante ley
de amar a una aristócrata
siendo un plebeyo él
Trémulo de emoción
dice así, en su canción:
El amor siendo humano
tiene algo de divino
amar no es un delito
porque hasta Dios amó
y si el cariño es puro
y el deseo es sincero
¿por qué robarme quieren
la fé del corazón?
Mi sangre aunque plebeya
también tiñe de rojo
el alma en que se anida
mi incomparable amor
ella de noble cuna
y yo humilde plebeyo
no es distinta la sangre
ni es otro el corazón.
Señor, ¿por qué los seres
no son de igual valor?
Mi sangre, aunque plebeya
también tiñe de rojo
el alma en que se anida
mi incomparable amor
ella de noble cuna
y yo humilde plebeyo
no es distinta la sangre
ni es otro el corazón.
Señor, ¿por qué los seres
no son de igual valor?
con su negro crespón
de la ciudad a las calles
se cruza la gente
con pausada acción
la luz artificial
con débil proyección
propicia la penumbra
que esconde en su sombra
venganza y traición.
Después de laborar
vuelve a su humilde hogar
ese triste plebeyo
el hijo del pueblo
el hombre que supo amar
y que sufriendo va
esa infamante ley
de amar a una aristócrata
siendo un plebeyo él
Trémulo de emoción
dice así, en su canción:
El amor siendo humano
tiene algo de divino
amar no es un delito
porque hasta Dios amó
y si el cariño es puro
y el deseo es sincero
¿por qué robarme quieren
la fé del corazón?
Mi sangre aunque plebeya
también tiñe de rojo
el alma en que se anida
mi incomparable amor
ella de noble cuna
y yo humilde plebeyo
no es distinta la sangre
ni es otro el corazón.
Señor, ¿por qué los seres
no son de igual valor?
Mi sangre, aunque plebeya
también tiñe de rojo
el alma en que se anida
mi incomparable amor
ella de noble cuna
y yo humilde plebeyo
no es distinta la sangre
ni es otro el corazón.
Señor, ¿por qué los seres
no son de igual valor?