Nueva York-París, 1927.
6.000 kilómetros, vuelo de prueba.
Despegó de Nueva York,
desapareció en la niebla.
Un avión vuela sobre Manhattan.
En el aire hay una brisa fastidiosa.
Dentro del avión no hay paracaídas.
Suerte Mr. Lindbergh, no hay paracaídas.
27 horas de vuelo sobre el mar.
Fácil perderse en el Atlántico.
Ahora vuela, a vida o muerte,
un avión con un solo motor.
Irlanda, Inglaterra, el Canal de la Mancha...
No hay que pensar en pilotos muertos.
Suerte Mr. Lindbergh, no hay paracaídas.
Desde lejos, luces en París.
En el aeropuerto, buen recibimiento.
Lo has conseguido, brindemos con champán.
Toda esa pasta, toda esa fama.
Abajo, en el Atlántico, los pilotos muertos.
No hay que pensar en pilotos muertos.
Suerte Mr. Lindbergh, no hay paracaídas.
6.000 kilómetros, vuelo de prueba.
Despegó de Nueva York,
desapareció en la niebla.
Un avión vuela sobre Manhattan.
En el aire hay una brisa fastidiosa.
Dentro del avión no hay paracaídas.
Suerte Mr. Lindbergh, no hay paracaídas.
27 horas de vuelo sobre el mar.
Fácil perderse en el Atlántico.
Ahora vuela, a vida o muerte,
un avión con un solo motor.
Irlanda, Inglaterra, el Canal de la Mancha...
No hay que pensar en pilotos muertos.
Suerte Mr. Lindbergh, no hay paracaídas.
Desde lejos, luces en París.
En el aeropuerto, buen recibimiento.
Lo has conseguido, brindemos con champán.
Toda esa pasta, toda esa fama.
Abajo, en el Atlántico, los pilotos muertos.
No hay que pensar en pilotos muertos.
Suerte Mr. Lindbergh, no hay paracaídas.