Conocí a un hombre millonario.
Era estanciero, rey
de llanuras grises
en donde se perdían
los caballos.
Paseábamos en su casa,
sus jardines,
la piscina con
una torre blanca
y aguas
como para bañar
la ciudad.
Se sacó los zapatos,
metió los pies
con cierta
severidad sombría
en la piscina verde.
No sé porqué una a una
fue descartando
todas sus mujeres.
Ellas
bailaban en Europa
o atravesaban rápidas la nieve
en trineo, en Alaska.
S. me contó cómo
cuando niño vendía diarios
y robaba panes.
Ahora sus periódicos
asaltaban las calles
temblorosas,
golpeaban a la gente
con noticias
y decían con énfasis
sólo sus opiniones.
Tenían bancos, naves,
pecados y tristezas.
A veces con papel,
pluma y memoria,
se hundía en su dinero,
contaba, sumando, dividiendo,
multiplicando cosas
hasta que se dormía.
Me parece
que el hombre nunca
pudo salir de su tristeza
- lo impregnaba, le daba
aire , color abstracto-,
y el se veía adentro
como un molusco ciego
rodeado
de un muro
impenetrable.
A veces, en sus ojos
vi un fuego frío, lejos,
algo desesperado
que moría.
Nunca supe si fuimos
enemigos.
Murió una noche
cerca de Tucumán.
En la catástrofe
ardió su poderoso Rolls
como cerca del río
el catafalco
de una religión oscura.
Yo sé que todos
loo muertos son iguales,
pero no sé, no sé
pienso que aquel
hombre, a su modo,
con la muerte
dejó de ser un
pobre prisionero.
Era estanciero, rey
de llanuras grises
en donde se perdían
los caballos.
Paseábamos en su casa,
sus jardines,
la piscina con
una torre blanca
y aguas
como para bañar
la ciudad.
Se sacó los zapatos,
metió los pies
con cierta
severidad sombría
en la piscina verde.
No sé porqué una a una
fue descartando
todas sus mujeres.
Ellas
bailaban en Europa
o atravesaban rápidas la nieve
en trineo, en Alaska.
S. me contó cómo
cuando niño vendía diarios
y robaba panes.
Ahora sus periódicos
asaltaban las calles
temblorosas,
golpeaban a la gente
con noticias
y decían con énfasis
sólo sus opiniones.
Tenían bancos, naves,
pecados y tristezas.
A veces con papel,
pluma y memoria,
se hundía en su dinero,
contaba, sumando, dividiendo,
multiplicando cosas
hasta que se dormía.
Me parece
que el hombre nunca
pudo salir de su tristeza
- lo impregnaba, le daba
aire , color abstracto-,
y el se veía adentro
como un molusco ciego
rodeado
de un muro
impenetrable.
A veces, en sus ojos
vi un fuego frío, lejos,
algo desesperado
que moría.
Nunca supe si fuimos
enemigos.
Murió una noche
cerca de Tucumán.
En la catástrofe
ardió su poderoso Rolls
como cerca del río
el catafalco
de una religión oscura.
Yo sé que todos
loo muertos son iguales,
pero no sé, no sé
pienso que aquel
hombre, a su modo,
con la muerte
dejó de ser un
pobre prisionero.